FRANCISCO MARTÍNEZ CARREÑO Y SU
PREMIO
En
el mes de noviembre de este año, se hizo público el fallo del
jurado del XV Concurso
Fundación AguaGranada. En este concurso se han presentado cuarenta
y cinco obras, de calidad variada, participando muchos nombres de la
joven vanguardia figurativa andaluza.
Obtuvo
el primer premio Francisco Martínez Carreño, creador almeriense de
extensa y exitosa carrera plástica. Es un pintor que se encuentra en
la madurez de su producción pictórica, con un estilo asentado y
bien definido, cuyas producciones poseen calidad, nervio y fuerza
visual.
En
su obra ganadora “ El agua de Granada, origen y duende” , óleo
sobre lienzo, el artista refleja la pureza natural del agua
granadina, mostrando la majestuosidad del Veleta nevado, rotundo,
poderoso, inmenso… perfilado con nitidez, en un dibujo preciso,
trazado con determinación, para que su imagen se desprenda del
espacio enmarcado. Es una composición en la que se resaltan los
rasgos naturales del paisaje, extrayendo los elementos definitorios
de la escena, donde el blanco de la nieve, con el azul del cielo,
juega con la limpieza luminosa, resultando un trabajo de mirada
sosegada, centrada en el motivo central de la obra, el origen del
agua, envuelto en sensaciones de misterio, presentido frágil ante la
acción contaminante de la Humanidad. No ha sido necesaria la
presencia de efectos innecesarios en la elaboración de la pieza,
sino ha bastado con la incorporación de la primera impronta que
empapa la retina, la cual se recrea en el recuerdo.
En
el óleo ganador se refleja la dureza del entorno, símbolo de la
pureza primitiva, que se salva del tiempo en su viaje eterno,
albergando el blanco de la nieve depositada, frescor y claridad,
rodeado por el cielo azul y luminoso, que con sus nubes rotas inducen
transformación permanente.
Francisco
Carreño es un pintor ya consagrado en el panorama pictórico
andaluz, que reproduce paisajes y ciudades, unas veces de nuestras
tierras mediterráneas, otras de aquellos lugares por donde viaja,
sea la campiña italiana, el laberinto de Nueva York o los aislados
espacios escandinavos. Su obra constituye una reflexión ante el
entorno, aprehendiendo el pintor las esencias de la realidad, la
belleza común que se refleja en la escena, grandiosidad y luz, como
también una reflexión ante la existencia. Es un relato sobre la
evanescencia del tiempo de la persona, intrascendente ante la
permanencia del paisaje. El artista lo reproduce en su obra con
sobriedad, precisión y ritmo poético, susurrante y melancólico.
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