EL
ESPÍRITU DEL COLOR
El
beso es portado por el viento, suave paso casi imperceptible,
delicado tacto inductor de emociones que se interpretan como melodías
felices, desarrolladas en tranquilas partituras y colores, que se
abren en armonía en todo su espacio circundante. Brisa perfumada que
toma fuerza para convertirse en ímpetu, en el momento de la caricia,
sabor del recuerdo que la memoria evoca, de aquellos encuentros que
arrebataron la mirada, en el éxtasis del momento trascendente,
postrado ante la imagen rompedora del hilo temporal de la existencia,
tal como en uno de sus escritos reflejó Jose Ángel Valente,
seducido ante un paisaje luminoso.
Explico
así el título que Miguel Carini ha dado a su obra última, surgida
de la revelación luminosa de su estancia en el Parque Nacional del
Iguazú, cuando tras un largo y tortuoso sendero a través de la
selva, como si fuera un recorrido iniciático, apareció ante sus
ojos la casa pétrea del escritor Horacio Quiroga. Vegetación
exuberante, cromatismo salvaje sustentado en multitud de campos
florales, espíritu virgen de la Naturaleza danzando en el corazón
de ese lugar selvático. Esta impresión recordada ha sido origen de
esta propuesta plástica.
Poco
puedo decir sobre la calidad de Miguel Carini, maestro continuo, que
se supera constantemente, siendo muestra de ello los monotipos que
presenta en cada exposición. Quiere este creador plástico conseguir
el significado último del resplandor sujeto a la imagen, intentando
obtener su reflejo, como halo del eco lírico desprendido del poema.
En esta ocasión deja sin palabras tras su contemplación, silencio
tras la mirada, delicadeza que transcurre, descansada en el ritmo de
tonalidades impresas, variadas, en conjunción ajustada a la
partitura sensitiva del momento rescatado.
Las
piezas de este artista penetran en el espíritu del color, navegan en
su seno, extrayendo sus esencias como fruto de su aventura
plástica, para exponerlas en su forma evanescente, a pesar de la
tonalidad de origen, lo cual dota de ligereza en su visualización,
abriendo la mirada hacia la emoción que surge ante el paisaje
sentido. Miguel Carini desliza sus trazos con sinuoso curso,
plasmando con sus giros y declinaciones la modulación del relato,
susurrante, poético, cuyas figuras flotan sobre el murmullo
cromático organizado por el pintor. Como siempre sorprende y se
supera Miguel Carini.
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