EN
EL MAR DE LAS ÁGATAS
Es
una playa solitaria, en la que el rumor de las olas se esfuma en un
murmullo desvaído, abocado a la nada. Hay una sensación de paz
aplastante, casi paralizante de toda acción, evasión del tiempo, de
la memoria. Bajo una luz uniforme, sin procedencia ni estridencias,
homogénea en todo el espacio, brillo gélido nacarado, así imagino,
tras su lectura, el paisaje en el que se desarrolla la última
entrega poética de José Antonio Sáez ( Albox, 1957).
En
este espacio sentido es donde voy construyendo las figuras sugeridas
por el poeta, cuan taumaturgo que crea artificios imaginarios,
evanescentes imágenes, que surgen, suceden, interrelacionan, van y
vienen, sentadas absortas ante el horizonte infinito, en un atardecer
cárdeno, rutilante, preludio final de la jornada, en su instante
eterno, tristeza sentada en todos sus momentos, puerta hacia el
final.
En
su balanceo de apariciones, esperan todas al barquero, unas
anhelantes, otras deseando que nunca vuelva, pero el destino es el
carcelero que allí las retiene.
El
autor reflexiona sobre el sentido de la existencia, el tránsito de
los días, rememorados como condensaciones vaporosas, humo de formas
azarosas, sólo importa el yo, las emociones pasadas, el amor y la
esperanza.
La
obra de José Antonio Sáez está sustentada en una metafísica
lírica, melancolía sobre la perennidad, de los momentos perdidos y
no recuperables, ahondando en el sentido de la realidad consciente.
Este
poeta traduce estas ideas en composiciones de exquisita arquitectura
de la palabra, depurando su significado, hasta conseguir que conecten
con la fuente anímica de su origen, engarzadas en conjunciones
generadoras de escenas trascendentes, envueltas en un simbolismo
limpio de aderezos innecesarios, conectando con la percepción
sensitiva del lector, en su descenso hacia el fondo de la conciencia.
Mar
de las ágatas,
editorial Alhulia, es una obra que procede de la madurez creativa de
José Antonio Sáez, una de las voces líricas actuales más
importantes, organizada en tres partes bien diferenciadas, dentro del
hilo conductor que le da sentido. La primera parte, Fuente de las
lágrimas, representa el encuentro con la costa del mar de los
naufragios, asombro y tristeza, recuerdos y nostalgias, pero el poeta
nos traslada, en su segunda parte, Arpa de David, a los campos de
vibraciones líricas, evasión del trance final presentido, caída
permanente hacia el fondo de la luz, finalizado por la última etapa,
Arcos florales, donde la belleza, evocaciones, recuerdos y presencias
se mezclan, confunden, añorando el tiempo irrecuperable.