jueves, 31 de diciembre de 2020

EXPOSICIÓN DE PILAR LOZANO EN GUADIX

 

PASAN LAS HORAS

Autora: Piedad Lozano Mesas. Título: Todo está en clama. Lugar: Sala de exposiciones del Teatro Mira de Amescua de Guadix. Fecha: Hasta el 4 de enero.

Esta pintora pertenece al grupo renovador de la actual estética figurativa andaluza, centrada en una visión intimista de la realidad, expuesta con tonos poéticos. El momento sentido es expresado mediante una grafía cromática, que acompaña a las imágenes, cuyo contorno está engarzado en los confines de las machas de color.

A través de escenas de la vida cotidiana, trasmiten las vivencias que rodean sus pensamientos, soledad, amistad, independencia, tiempo rutinario que se desliza en estados silentes, cuando se contempla el devenir tranquilo del entorno, en otras la persona vive en su fantasía, si no, se refleja sus actividades de interrelación con amigos y compañeros.

Piedad Lozano posee un estilo singular, que se sustenta en una mirada original de aquello que conecta con su percepción sensible, cuando descubre los instantes alejados del invisible transcurrir diario.

En esta ocasión aborda el tema de la mujer y su mundo, mostrada de forma auténtica, dueña de su destino, inmersa en un universo propio, donde va describiendo el discurrir de una existencia de relación, afecto, independencia y expectativas ante una sociedad llena de incógnitas. Sus personajes viven encerrados en sí, pues reflejan seguridad en sus posibilidades.

Piedad Lozano posee una gran madurez compositiva, domina el dibujo, y presenta un armónico equilibrio en el uso del color, cuyos tonos huyen de efectos poderosos, desenvolviéndose de forma apacible, fluyendo con calma, consiguiendo dar fuerza al clima que envuelve esta propuesta. Gracias a su intensidad suave, y a la combinación de efectos que sugieren, transmite pulso interno a su producción plástica, ritmo temporal independiente, existiendo en un espacio particular íntimo.

Las piezas expuestas contienen una excelente calidad plástica, debido a la interpretación pictórica de su idea, y al uso de un lenguaje visual sutil, lírico y claro, que permite conectar con el observador, haciéndolo partícipe de sus vivencias.

La artista nos enseña su dominio técnico, y habilidad compositiva, en esta interesante exposición.






















domingo, 27 de diciembre de 2020

GÓMEZ ABAD


La obra del pintor define el camino de búsqueda que impulsa toda su obra. Muchas veces el público percibe su aspecto más superficial, sin comprender el trasfondo que soporta el genio que dirige su proceso creativo.

José Gómez Abad, Pechina 1904, fue un pintor figurativo, autodidacta y de estilo personal, cuyo trabajo estaba centrado en bodegones y paisajes. Sus bodegones alcanzaron gran pureza compositiva, evolucionando desde las formas clásicas y ornamentales, del diecinueve, hacia la expresión más representativa de la estética figurativa del siglo veinte, ofreciendo al final piezas que huyen de la realidad para recrearse en la mancha controlada de color.

Sus bodegones poseían una factura característica, las uvas eran un elemento frecuente en su obra. Es por ello que se le conocía como “ el pintor de las uvas “. Esa era la primera, y única impresión en la que se quedaba el espectador, admirando el equilibrio del cuadro, la estructura armónica del color, la perfección del dibujo, el pulso presentido en el ambiente contenido en sus composiciones.

Pero el artista iba más allá de la primera impresión, pues todos los elementos expuestos en sus óleos, servían de pretexto para organizar un espacio donde la luz encontrara su asiento, mostrara su aspecto desvelador de la realidad sentida, sobre todo en las uvas, en los racimos exuberantes, símbolo del fruto de la tierra almeriense. En ellos está contenido el misterio de la creación, la esencia de la realidad. ¿ Y cómo se expresa esa esencia? Pues con la luz que transforma en su color reflejado.

Gómez Abad consiguió describir la naturaleza íntima de la luz, plasmando en el lienzo los distintos cromatismos que sus uvas desprendían. Estas la recibían gozosas, se empapaban de ella, para mostrarla como definidora de sus formas. La luz en su transformación transmitía la sustancia que define la realidad tangible, el halo etéreo que se esconde en el revés de la existencia. Es por ello que el pintor fue disolviendo los trazos de sus líneas para centrarse en las manchas del color, sin abandonar el soporte del dibujo. La mancha se convertía en receptáculo luminoso, representando de forma más fiel la realidad, la cual no consiste en una figura exacta según su geometría, sino como se percibe a través del color vibrante. El artista lo intuyó y se internó en el fondo de su esencia, llegando en algunos de sus últimos bodegones a prescindir de la apariencia real, para exponer las formas visibles como representación de un sentimiento cromático percibido.














jueves, 24 de diciembre de 2020

EL BOSQUE MÍSTICO DE LA CATEDRAL DE GRANADA

Dibujo de Manuel Ruiz

La Catedral de Granada esconde en su intimidad signos del Mundo Celeste, glorificación arquitectónica de la vía sugerida por el constructor hacia la salvación. Diego de Siloé pensó en el esplendor de la gloria, iniciando un recorrido hacia una experiencia mística, superando la rudeza de las piedras, ya domadas por el cincel, configurando un espacio impregnado de sensaciones espirituales, que extraen el ánimo de la fugacidad terrenal.

En su interior se percibe un clima apacible, el peso de su sombra, la amplitud de su cobijo, la eternidad de los momentos fugaces, que se congelan nada más son. El orden percibido en su construcción descubre la repetición de elementos arquitectónicos, la eterna letanía que se encierra en sí misma, circulo visual que invita a la extinción de la percepción mundana, es una senda hacia el encuentro espiritual.

Diego de Siloé transpuso en su obra el laberinto del Oasis tupido, espejo de la noche del Alma, preludio de la madrugada. Creó un espacio donde el espíritu se anonada, pierde su importancia, sometido a la grandiosidad del vacío interior de la Catedral, que le confiere etereidad a las estancias, libertad y disponibilidad para ser llenado de la verdadera sabiduría. Es un espacio sosegado que invita a la contemplación, en un ambiente de resonancias rítmicas, expresión de un oasis de vida, en medio del páramo desolado de la realidad. Espacio protector, en la penumbra de su arboleda pétrea, donde la diafanidad de la estancia crea un lugar para la reflexión, de alejamiento del mundanal ruido, esperando el encuentro con la Trascendencia. Organizó el constructor un universo espeso, barroco, de columnas como troncos y vegetación geométrica congelada en las piedras. Pasillos silentes, de repetición estética concentrada en sí misma, peso en su estructura, resistencia al cambio, y amplitud aérea en su interior, que invita al vuelo hacia las alturas. Posee una visualización profunda, de trazado recio, que exprime la imagen para extraer las esencias que el concepto del arquitecto encierra en la estructura. Se genera una sensación de efecto pulsante, por el vaivén presentido del techo, hacia la tierra y el cielo.

Es un bosque exuberante, de solidez pétrea para reflejar la eternidad, la inmutabilidad del tiempo, el resplandor de la figura del Amado, presente en toda su inmensidad, mas es difícil encontrar, esquivo a la mirada, quedando sola el alma. Soledad agobiante, en la noche de la vida, buscando la senda hacia la Luz.

El techo, con sus adornos entrecruzados, nos induce una sensación de orden en la complejidad, de grafía simbólica que guarda el secreto de la Salvación. Impresiona su imagen, en caída y ascensión simultáneamente, pequeñez e insignificancia de la existencia ante la obra del Creador, y liberación ascendente de la persona, escape hacia terrenos inmateriales, ajenos a la contingencia del tiempo. El arquitecto esconde en cada rincón de la Catedral signos visibles, sólo presentes a los espíritus reflexivos, abandonados en su camino interior hacia la Luz. No diseña en balde Diego de Siloé, sino que escribe una crónica críptica, donde relata el mensaje místico de la estructura del templo, construyendo sobre él otro invisible, eterno, entorno espiritual espejo de los tesoros del alma que allí contiene. La escritura simbólica de sus cenefas, y filigranas ornamentales, encierran el mensaje del arquitecto.

Noche estrellada, cristalina, imponente. El peso del firmamento cubre, protege, y permanece fijo, en una armonía estelar, símbolo de la perfección, de la eternidad de la repetición infinita. Diego de Siloé imprimió estas sensaciones en la superficie pétrea, en la organización de los espacios, enmarcando las bóvedas, en los detalles repetitivos que se suceden y cierran sin fin. El Universo inmutable, la perennidad de la Creación, es representada en la Catedral, códice del secreto divino, libro escrito con grafía arquitectónica, grabados, rincones perdidos, que potencian y sorprenden al visitante, anulando su entendimiento, sometiéndolo a un mar de sensaciones. Es un diseño inteligente, simbólico, de profunda sabiduría, donde están plasmados el Cielo y la Tierra, imagen especular. Pero es una imagen engañosa, pues la perfección celeste se refleja en la realidad terrestre presa de la temporalidad permanente. Cambio e inmutabilidad, transito de los fieles y perpetuidad de la piedra. Es hábil el artista al interpretar estas ideas y trazarlas en sus planos, surgiendo un bosque místico representado en ella, pues desarrolla sus detalles en una lectura visual, trascendiendo la mera construcción para expresar el misterio encerrado en sus paredes, pasillos y columnas.

Se desprende fuerza en su observación, tensión, anudamiento, explosión triunfal gozosa de libertad aérea, abierta a un cielo organizado, soportado por las sólidas columnas, símbolo de la Fe, unión con la Tierra, energía vibrante que hace retumbar rítmicamente la estancia, llenándola de rumor presentido, de cánticos adheridos a sus paredes, reciedumbre que se transforma en clásica elegancia en su exterior.





sábado, 19 de diciembre de 2020

EL ENIGMA DE MONTEAGUD


En el mes de febrero, de este año, presentó el poeta granadino Fernando de Villena su libro “ Ubi sol occidit”, una novela donde el autor se interna en la búsqueda del Salto Grial, cuyo argumento mezcla la leyenda con la aventura del protagonista en pos de su descubrimiento.

Utilizando un lenguaje claro, en el que se entremezcla párrafos brillantes de expresión poética, el autor narra el origen del mito, los avatares de su historia, acompañado del relato en el que nos cuenta como el protagonista desde su juventud conoce la historia del Grial, el interés que siempre le acompañó en el transcurso de los años, y el encuentro con un misterioso pergamino, eje que dirige todo el relato, el cual fue desencadenante del viaje iniciático que lo llevará hasta su descubrimiento, a la vez de una transformación personal, a través de peripecias, encuentros y sufrimiento, de largas jornadas caminando hacia Compostela, concluyendo su camino en el océano Atlántico, donde descubre la existencia de la isla de Montagudo, lugar en el que vislumbrará el Grial. Fernando de Villena posee un estilo ágil, ameno, fácil de leer, basado en un poderoso sentido lírico, que el autor controla y esconde en la estructura de sus líneas, pero que constituye el trasfondo de la lectura luminosa de su obra.

Hablando con el autor, le comenté que en la geografía española había muchos lugares con el nombre de Monteagud, y más concretamente existía un pueblo en la provincia de Almería con el nombre de Alcudia de Monteagud, así como el cerro de Monteagud, ubicado en el término municipal de Benizalón, solar del santuario de Nuestra Señora de la Cabeza. No sólo el nombre del lugar despierta curiosidad, sino todo el ambiente histórico mítico que lo rodea.

Monteagud deriva del nombre de Moteahur, fortaleza árabe antes de ser conquistada. Allí existía un morabito, y fue lugar de los seguidores del sufismo, incluso las excavaciones arqueológicas nos indican que otros habitantes de la antigüedad encontraron significado místico a esa montaña.

En Palestina existe un monte con el nombre de Hor, desde el cual Moisés dirigió con su bastón, llamado Bastón de Dios, una batalla, sostenido uno de sus brazos por un jefe hebreo llamado Hur. En ese monte se construyó un altar, y también fue enterrado Aarón. La imaginación puede crear otras historias, solo sostenidas por el mundo de los símbolos míticos, que anidan en nuestro subconsciente colectivo.