JUAN MORANTE Y SU LÓGICA DE LA LUZ
Autor: Juan Morante. Título: Lineal.
Lugar: Museo Arqueológico de Almería. Fecha: Hasta el 5 de
noviembre. Comisario de la exposición: Fernando Barrionuevo.
La luz vibra en todas sus
posibilidades, definiendo la geometría, la árida estructuración
lineal, cortante y fría, que define nuestro entorno urbano,
expresión del intelecto humano que modifica su medio natural.
Aparecen estas estructuras como muestras del ingenio de la cultura
moderna, refugio y espacio para la intimidad, o también como lugar
opresivo que limita la libertad de la persona. Destaca esta idea
última el artista, con sus ventanas ensombrecidas, puntos donde el
conocimiento está oculto por la oscuridad, extraño a la luz, sin
posibilidad de ser definido.
a luz es conocimiento, libertad,
expansión, realidad, todo ello en uno, pues marca los horizontes de
la realidad, identifica su aspecto comprendido, otorga ritmo temporal
a su existencia. Es por lo que Juan Morante ahonda en el sentido
último de la sustancia que soporta la naturaleza de la luz, a través
de su percepción, de las sensaciones que provoca, de la armonía que
encierra su flujo, el deambular azaroso en el que cubre la materia,
la destaca y expone a la mirada, mas el pintor extrae la esencia de
sus claridades, descompuestas en sus tonos varios, para desentrañar
el latido íntimo que recorre sus ondulaciones, sensación que se
refleja en su contemplación. El autor la expone como si una
partitura fuera, o condensada en estructuras circulares, de trayecto
sin fin, eterna letanía que no se extingue. Juan Morante describe
sus impresiones, abordando soportes alternativos a los rectángulos
enmarcados. Me recuerda a dos grandes pintores que estudiaron el
rastro de la luz, Ignacio Antonio, y el desaparecido Valentín
Albardíaz, referencias de la pintura de vanguardia de la transición
secular, pues como ellos analiza la luz en todas su declinaciones,
gravedades y armonías expresadas en su amplia gamas de colores.
Consigue captar el transcurrir luminoso, descubriendo resquicios por
donde el espectador puede entrar en otras dimensiones posibles.
No es una confrontación entre
fantasía abstracta y la razón, sino que significa un análisis
profundo sobre la lógica de la luz y la representación del
universo, del tiempo y la consciencia. Juan Morante lo consigue
gracias a la organización de un entramado visual rico y sugerente,
muy bien estructurado en la Sala, con sus pausas e imágenes
excelentemente secuenciadas, que imprimen un fluir sinuoso, como si
notas musicales, expuestas tridimensionalmente, fueran. La luz pasa
fugaz, pero es inaprensible, aunque siempre queda el rastro que su
resplandor ofrece.
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