CIELO Y TIERRA
Autora: María J. Moreno. Título:
Pájaros raíces. Lugar: Galería Alfareros, Almería. Fecha: Hasta
el 24 de julio.
La pintora se adentra en el denso
cosmos del ambiente, para explorar las esencias que lo sostiene,
recorriendo senderos sinuosos, ocultos en los pliegues de la luz.
María José Moreno es una creadora
inquieta y prolífica, cuya obra siempre gira en torno a la realidad
primigenia del paisaje del Cabo de Gata. Ahonda su mirada en los
campos abiertos, sumidos en la luz cegadora, que aparece turbia por
el efecto de los remolinos polvorientos, el cielo y el azul de sus
costas. Este efecto hace que se produzca un espacio neblinoso, de
luminosidad turbia, arrasada por los vientos, calor apelmazado en
verano que arrasa ardiente todo a su paso, o cortante y desabrido en
invierno.
La autora siente el paisaje, se funde
en él, y quiere expresarlo a través de sus piezas, configurando un
lenguaje sensitivo, sencillo y directo, que consigue penetrar en el
entendimiento. Utiliza una iconografía visual portadora de un gran
peso emotivo, gracias al cual consigue que el espectador penetre en
el sentido de su obra, la comprenda y sea atrapado en las evocaciones
que sugiere.
En el relato de Maria J. Moreno se
aúnan cielo y tierra, lo eterno y el fluir constante, la tradición
y la libertad, conjuntados ambos elementos por el torbellino luminoso
que todo lo anega, o si no por la humedad de sus atardeceres, tristes
y solitarios de invierno. El mar, como testigo mudo, todo lo ve, y
participa del encuentro entre la permanencia y el cambio. Este es el
distintivo del lugar, excelentemente narrado por esta pintora en las
composiciones que ofrece.
Como motivo que justifica el concepto
central del relato expuesto, recurre a los textos brillantes de José
Ángel Valente, gran místico de la Luz, enamorado de Almería y sus
tierras. El poeta cantó la libertad aérea de los campos despejados,
el roce del viento, cuando con sus silbos nos cuenta historias
interminables sobre los lejanos parajes de su procedencia, extasiado
ante el albor cegador que lo cubre todo, bajo la cúpula azul. Es por
lo que en unos de sus textos se postra exhausto ante la inmensidad
del espectáculo, pues este conjunto descrito no es la imagen objeto
de su devoción, sino la posibilidad que ofrece su desnudez para que
el espíritu muestre su plenitud, no se distraiga, y busque el rastro
del Amado.
Comprende muy bien María J. Moreno
esta idea, expresándola con sobriedad, equilibrio, limpieza visual y
alto grado de sensibilidad, soltura y alegría, utilizando como
símbolos las raíces, el vuelo de los pájaros y el viento perenne.