POEMAS PARA ENTENDER EL RUIDO
La realidad es una sucesión de
acontecimientos que surgen atropelladamente, y que las
circunstancias, y oportunidad, imponen su engarce en los instantes,
fluyendo hacia el pasado, siendo una imagen del recuerdo. Mientras,
asistimos ante ellos unas veces como actor, en otras se es solamente
espectador, cuando permanecemos pasivos ante su paso.
Muchas veces la persona se desplaza ajena a
su voluntad, sin controlar el futuro inmediato, es un actor obligado,
quiere salir de esa dinámica, más no puede o carece de otra
alternativa. Se siente aislada, sola en la multitud, como un
náufrago, perdida en su intimidad, isla desierta donde actúa como
un Robinson. Hay ocasiones que quiere intervenir en el devenir que
los días ofrecen, embarcándose en una odisea personal, buscando su
espacio soñado, paraíso personal donde pueda ser ella misma,
sentirse feliz, percibiendo que su imagen íntima es admitida como
es, valorada tal cual, sin necesidad de mostrar la cara externa que
las reglas sociales imponen. Pero esa Ítaca permanece flotando sobre
el mar inseguro de la imaginación. Cada día es una aventura, un
hallazgo, un destello que ilumina el camino a seguir, también puede
ocurrir que muestre un velo neblinoso sin fondo definido, siendo el
azar quien marca la senda. Pérdida, desorientación, soledad, son
las emociones que llenan el ánimo, pero, se quiera o no, el torrente
de los acontecimientos trasladan al Ulises que se siente Crusoe. Se
alternan las jornadas, de forma desigual, luces y sombras, pero no
importa el trayecto, puede ser duro y proceloso, feliz y exultante,
siendo la aceptación de los sucesos la única salida posible, pues
la lucha por ser es el impulso que mueve el deseo de cabalgar en el
curso de los días. Al final se concluye que la felicidad consiste en
aceptarse la persona como es, gozando los momentos espléndidos,
permaneciendo prudentes cuando el sol se hunde en el horizonte del
porvenir, esperando siempre el seguro amanecer.
Estas ideas me han surgido al leer los
versos de Emilia Oliva Sánchez (Almuñécar, 1995) publicados en su
libro “Poemas para entender el Ruido”, editorial Alhulia. En esta
obra, la autora nos presenta sus poemas como medio para comprender el
ruido, es decir, el rumor que nos acompaña, el cual unas veces es
desagradable, nos estorba, otras anulan la voz, impidiendo la
comunicación, añorando siempre el rumor del silencio, aquel que
trasmite paz. Pero aparece el ronroneo de un gato, aquel habitante de
las sombras tenebrosas, siempre está presente, el sonido de su
maullido a veces surge, apareciendo como imagen seductora, queriendo
que se le haga mimos y caricias, aunque en su interior oculta su
aspecto arisco, cuando enseña sus garras, verdadera faz de su
esencia.
La poeta plantea un trabajo lírico
compuesto de idea, forma y gracia. Idea, sólido argumento que da
sentido al texto, dejando huella en su comprensión, sentido a la voz
poética portada en sus versos, profundos sentimientos, que introduce
a los lectores en el cauce de imágenes transportadas en sus
palabras.
La idea da consistencia al poema, pues sin
forma éste no tiene pulso, quedando anclada en la sobriedad de
líneas que no inducen a la emoción, que las frases rítmicas
proponen. Por eso la forma en los versos es básica para una
excelente obra lírica, mostrando Emilia Oliva unas estrofas fluidas,
chispeantes, ligeras, con inflexiones e imágenes que convierten su
desarrollo en una lectura de ritmo libre, natural, musicalidad
sostenida, que da fuerza e intimidad a cada una de sus composiciones.
En su estructura armónica reproduce el ruido interno que quiere
transmitir en sus poemas. Dan sentido a la obra.
Pero un poema carece de singularidad,
siendo uno más de aquellos que flotan en el común mundo literario,
si no posee gracia, es decir, brillo, lucidez, atracción en su
lectura, sentimientos auténticos en su comprensión, cualidades que
en este libro se refleja. Emilia Oliva Sánchez consigue conjugar los
tres requisitos para lograr un excelente poemario.
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