EL PRISIONERO DE N.A.
YACOSHENKO
La
Pintura del Imperio Ruso deslumbró en el siglo XIX por su
perfección, pureza y originalidad, surgiendo brillante, descarnada,
plasmando el mundo real, de una sociedad oculta bajo las pautas del
orden social establecido. Gracias a un grupo de pintores, procedentes
de todas las partes del Imperio, se produjo una ruptura en el ideario
estético establecido por el academicismo imperante, volviendo su
mirada hacia el paisaje, el pueblo llano, la sociedad burguesa, sus
costumbres y tradiciones. Reflejaron el genio del alma eslava,
contenido en sus costumbres, paisajes y sufrimientos. Este conjunto
de pintores abandonaron los cánones artísticos establecidos,
creando de forma libre y sin ataduras, llegando a triunfar y
contribuir al nacimiento de la pintura moderna, integrándose en el
movimiento del realismo, consiguiendo piezas de técnica insuperable.
Los pintores de este grupo se denominaron así mismo como Pintores
itinerantes. Uno de sus componentes fue Nicolai Aleksándrovich
Yacoshenko, 1846-1808, nacido en la actual Ucrania, hijo de padres
rusos. Este pintor de joven eligió la vida militar, carrera que
simultaneó con su formación plástica.
N.A.
Yacoshenko fue un miembro influyente de los pintores itinerantes,
siendo uno de sus más destacados ideólogos, por lo cual se le
consideraba el alma de ese movimiento.
Como
otros miembros de su corriente pictórica centró su obra en
paisajes, retratos y sobre todo en la descripción de personajes
sencillos, a través de los cuales quería encontrar el espíritu sin
contaminar del genio eslavo. Sus piezas no eran tan deslumbrantes, ni
tan perfectamente ajustadas a la imagen real, pero a diferencia de
otros, mostraba composiciones en las que se podía observar un brillo
íntimo, penetrante, en el cual se apreciaba el perfil psicológico
de sus personajes. Gracias a los atuendos, escenas y resplandores,
conseguía describir el estado vital de éstos, la resignación
reinante, el alma oprimida del pueblo ruso. El juego de claroscuros
constituyó una cualidad distintiva en su obra, así como la
profundidad de sus personajes, consiguiendo con una imagen transmitir
la vida de la gente sencilla. De su excelente producción pictórica,
hay cuatro piezas que sobresalen del resto.
En
el lienzo “Joven campesina”, el pintor representa a una muchacha,
la cual parece surgir de la oscuridad, plantada en una estancia
luminosa. La luz aparece nítida, clara, sin rebasar la exageración
de su triunfo. La joven es presentada sumisa, sencilla, proveniente
de un mundo oscuro, inexistente para esa sociedad, que penetra en el
espacio luminoso, alegre, limpio, ordenado. Acepta su destino de
servidumbre.
En
su cuadro “ El fogonero”, consigue un efecto magnífico al
trabajar la luz cobriza de modulación débil sobre un fondo oscuro.
Ella es la protagonista, quien desvela la figura del fogonero, ser
olvidado en su mundo, invisible en la vida burguesa, siendo el
resplandor quien define su historia, siempre plana, resignada, con
una mirada que denota ilusiones vacías, existiendo para él el
tiempo presente, siempre igual, hasta su final. Consigue el pintor
introducir la impresión del resplandor inestable, que varía al
ritmo de la llama. Es una pieza impresionante.
La
tercera pieza es “El estudiante”, soberbia composición, en la
que incorpora una sombra negra, en la cual sitúa un rostro, siendo
la silueta oscura quien define al personaje. Lo representa en un
lugar sombrío, con mirada desconfiada, contaminada con los vicios de
la sociedad moderna. Parece conspirar entre las sombras, o acaso anda
perdido entre los dos mundos, el humilde de procedencia y el nuevo al
cual tiene la entrada prohibida.
La
obra “ El Prisionero” de N.A.
Yacoshenko, constituye
un gran trabajo de este
pintor, para mi el mejor, por la fuerza que contiene su
visualización, la puesta en
escena del resplandor, la descripción intensa en la sencillez del cuadro. El preso está de pie sobre una mesa, mirando por un ventanuco el exterior, el cual está bañado por una claridad espléndida, cuya luz descubre tenuemente la lóbrega celda. En su pared se perciben marcas de otros prisioneros, símbolos y palabras, huellas de estancias y sufrimientos, historias de seres anónimos que no son nada en el relato de la vida cotidiana, están, pasan y se olvidan, mas su huella impresa pervive y se suma al de otros semejantes, fundiéndose en el recuerdo común, de un pueblo que vive sojuzgado por el orden impuesto.
escena del resplandor, la descripción intensa en la sencillez del cuadro. El preso está de pie sobre una mesa, mirando por un ventanuco el exterior, el cual está bañado por una claridad espléndida, cuya luz descubre tenuemente la lóbrega celda. En su pared se perciben marcas de otros prisioneros, símbolos y palabras, huellas de estancias y sufrimientos, historias de seres anónimos que no son nada en el relato de la vida cotidiana, están, pasan y se olvidan, mas su huella impresa pervive y se suma al de otros semejantes, fundiéndose en el recuerdo común, de un pueblo que vive sojuzgado por el orden impuesto.
Esta
pieza posee un gran magnetismo en su percepción, perdiéndose la
mirada en múltiples historias sugeridas.
N.A.
Yacoshenko fue un artista cuya producción plástica se desarrolló
en el límite del realismo y el impresionismo. Su pintura poseía
gran inteligencia, dominio del claroscuro, profundidad en la
capacidad técnica desarrollada.
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