EL COLOR DE ÍTACA
Autor:
Alejandro Carro. Título: Pop en Granada. Lugar: Hotel Ladrón de Agua. Fecha:
Hasta el 25 de mayo.
En
una mañana marchita de marzo visito la exposición de Alejandro Carro. Confirma
la idea previa que tenía antes de su visualización, esperando un trabajo de
calidad, serio, y de buen acabado técnico.
El color se rebela en las piezas
colgadas, inquieto y travieso, en dinamismo perenne, en una expresión abierta
de tonos suaves, estando en algunos cuadros en eterno desequilibrio , producido
por el peso del cromatismo situado en un extremo de la pieza.
Alejandro Carro compone una
propuesta de intenso contenido poético, siendo su estilo un pop impregnado de
expresionismo profundo, sometido por la abstracción clásica de los sesenta,
incluso se advierten huellas de sus vivencias en la movida madrileña. Pero su
producción artística no queda detenida en esta definición de influencias, sino
que las recompone, desarrollando una forma personal de entender el lenguaje pictórico.
Describe la interpretación de su realidad consciente, bebiendo de las fuentes
oníricas, de los sentimientos o acaso de la esencia del recuerdo, reducida en
formas que se disuelven en un trazo extenso de cromatismo desbordante, y
distribución aparentemente caótica, siguiendo un orden oculto impreso en el
alma de la composición. Es inteligente al diseñar su obra, ofreciendo como
resultado imágenes barrocas, exuberantes, de manchas informes, en perpetua
confrontación cinética. En muchas de ellas introduce grafías relacionadas con
versos de Pedro Molina, o pensamientos propios, jugando en ocasiones con la
posición de las letras.
Divide
su exposición en tres partes, coincidiendo con las plantas de este excelente
espacio expositivo que es el Hotel Ladrón de Agua. En la primera están mostradas las obras de marcado sentido
lírico, basadas en los versos de Pedro Molina Temboury. Los llama “A las
Islas”, en consonancia con el título de los poemas, existen además otras
elaboraciones de la serie Míralo al Revés, ambas se intercalan y apoyan. En la
segunda estalla la fuerza del color, su mundo de sueños, el mar de sensaciones
que arroban su entendimiento. La tercera planta encierra un conjunto de marcado
sentido clásico, dentro de las vanguardias finiseculares del siglo veinte. Se
reducen las formas, el color, evaporándose las líneas para relatar la fuerza
del movimiento que sustenta el entorno que nos rodea, disolviéndolo en la
representación última, reducto de la sustancia
básica que la hace tangible, corresponden a la serie Trazo negro.
Toda la obra está sujeta a un
color suave, agradable, en cuyo seno posee profundos surcos de cromatismo
denso, en continuo alborozo de apariencia abigarrada, encerrando en su seno el
discurso que el pintor posee de la percepción de los sentidos. Es energía pura
el trasfondo de la instalación ofrecida
por este pintor.
Alejandro Carro propone una instalación de gran
sensibilidad pictórica, pues se adentra en las entrañas de la representación
plástica, para investigar las propiedades ocultas de las formas que el
pensamiento les confiere.
No hay comentarios:
Publicar un comentario