PACTO
DE DIFUNTOS
Acababa
de llegar D. Luis a un villorrio cercano a Valladolid, lugar donde
aparentemente nunca pasa nada. Sale el Sol, se pone y vuelve a salir,
el trabajo y la lucha por la vida de sus habitantes era la única
imagen presente, las costumbres del terruño es
su refugio. Distinta era la vida del hidalgo, terrateniente de campos
sin beneficio, viviendo de los recuerdos de sus antepasados, con
decoro pero ajustado a una economía desolada. Sólo le alegraba la
visita de sus amigos y familiares, que camino a la ciudad pasaban la
noche en su mansión. Ésta era grande, destartalada, sin el
brillo
de sus épocas de esplendor, decente, fría y semivacía. Las visitas
significaban un cambio en el rumbo amodorrado
de los días.
Tras
la cena D. Luis conversaba con su pariente D. Antonio de Cárdenas,
ya mayor y viudo, antiguo soldado que vivía sus últimos años en
esa aldea. Comentaba D. Luis la honda tristeza que embargaba su
espíritu, estaba cansando de su vida militar, y más aún desde que
su buen amigo Lionel había fallecido. Habían disuelto sus compañías
y se dirigía a Madrid, en espera de la concesión de algún puesto
civil al servicio del Rey.
Pasaron
la velada, entre historias y recuerdos, iluminados por la gran
hoguera del hogar. Ya en su alcoba se preparaba a dormir, cuando oyó
dos ruidos secos en la puerta. Pensó que era un criado con algún
recado de su primo para el día siguiente. Se levantó y fue hacia la
puerta, la abre… y no vio nada. Miró hacia ambos lados del
pasillo, y nada, todo estaba vacío y oscuro. Pensó que habría sido
algún ruido como en toda casa vieja hay. Se acostó e intentó
conciliar el sueño, cuando de nuevo volvió a oír dos golpes, esta
vez con menor cadencia. Ya enfadado, con lo que suponía un chanza de
su pariente, abre con energía la puerta, quedando helado, paralizado
por la impresión. Ante él estaba D. Lionel
de Almansa y Zúñiga, maestre
como él en los Tercios de Flandes. El espectro
lo miraba con un semblante grave,
levitando ligeramente sobre el suelo, y consistencia casi
trasparente. Armado de valor D. Luis le dice que es lo que quiere de
él, a lo cual D. Lionel le responde
que solo desea
cumplir con el pacto que ambos hicieron, en el sitio de Turín,
Éste consistía que el primero
que muriera se aparecería al otro, para así demostrar que existía
otra vida más allá de la muerte. Tal fue la impresión recibida que
D. Luis Zapata y Cárdenas dejó su vida mundana, tomando los hábitos
de franciscano. Murió en Bogotá, siendo arzobispo de esa ciudad.
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