LA CIUDAD PALPITANTE
Pasea su mirada por paisajes urbanos
el pintor, extrayendo la esencia de su ambiente, el pulso que hace
que vibre y refleje vida, a pesar de no ser visto ser humano alguno,
solo supuestos por la edificaciones que los acoge. En ellas vidas
diversas desarrollan el guión escrito por las Parcas, en el flujo de
las horas anodinas, que se esfuman en el pasado, hasta agotar su
presencia. Es una sucesión de historias, vivencias, anécdotas,
triunfos efímeros que se desvanecen en la realidad de la adversidad,
todo aparece entremezclado, sucediéndose los actores, miles de
actores, seres anónimos cuya presencia es supuesta, fantasmas
percibidos por el ritmo pulsante de la atmósfera que llena calles,
rincones y edificios.
Alejandro Quincoces capta esta
sensación y la transcribe en sus cuadros. En ellos el color no se
ajusta al perfil del dibujo, sino que lo supera y transgrede,
logrando el efecto de variabilidad en su visualización, cuán
oscilación de la imagen, que representa la armonía propia que
define la esencia de cada ciudad. Es hábil el artista en su
captación, recreando en su obra el universo cinético, solitario,
anónimo, envuelto en murmullos imaginados.
Define el pintor la existencia en las
grandes urbes, conjunción de arquitectura y humanidad, que con el
clima genera la estampa de su carácter.
Supera Alejandro Quincoces el dibujo,
proponiendo piezas en la que se amalgama el color, sujeto a una
modulación sin estridencias, de aspecto denso pero de naturaleza
suave, alejada de grandes altibajos, dirigiendo su camino hacia la
evanescencia, consiguiendo dotar a la imagen de percepción temporal
cuando son contempladas sus piezas.
Este creador plástico posee un
extenso currículo expositivo, tanto de instalaciones como lugares en
los que exhibe su obra, constituyendo su trabajo pictórico un
realismo sensitivo, palpitando la superficie en sus composiciones,
según el ritmo captado en cada escena recordada. Obra de gran
calidad es la ofrecida por este artista, asentada en un estilo
propio, el cual supera la mera plasmación del retrato urbano, para
expresarlo como encuentro ante la inmensidad de la ciudad moderna,
expuesta como un ser con personalidad propia y autosuficiente, que
respira, vive, siente y se alimenta de sus habitantes. Este es el
ingenio que incorpora Alejandro Quincoces en su pintura, poderosa y
asentada, ligera y consistente a la mirada.
Muestra su obra durante estos días en
la galería parisina Arcturus, hasta el 31 de marzo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario