Francesco Guardi (1712-1793) fue un pintor veneciano de estilo singular, cuyos paisajes urbanos, y marítimos, poseen señas de identidad propias, que le confieren originalidad a su producción artística.
Sus cielos son borrosos, siempre enmarañados, incluso cuando el azul triunfa entre el espesor de las pinceladas. Plasma un mundo surgido de la imaginación, pese a estar referido a una mirada real, pero la fantasía del pintor introduce elementos ajenos a lo existente. Francesco Guardi intenta sintetizar el pasado clásico con las nuevas ideas de la razón, expresando en sus obras este hecho como un rescate del fondo caótico de los tiempos, en las cuales presenta ruinas antiguas, o edificios renacentistas ajados por los años, bajo una luminosidad equilibrada, suave, armoniosa, expuesta en segundo plano, haciendo resaltar los edificios con sus tonos dorados cuando quiere destacar el triunfo de la razón. Aunque en muchas piezas los cielos están emborronados, perdiendo su transparencia, filtrando la luz, preludio del cambio que se avecina. Incorpora nuevas edificaciones como reconstrucción de la antigüedad clásica.
En sus vedute, despliega un amplio escenario en el que representa la suntuosidad de una sociedad decadente, que vive de la representación externa, sin pensar que un nuevo mundo está surgiendo. Hay escenas de mar donde el orden es puesto en peligro por una tormenta violenta, anunciando el triunfo de las pasiones sobre la paz racional, impuesta en la estética, del Siglo de las Luces.
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