EL MUNDO DE LOS INVISIBLES
Autora:
Celia La Calle. Título: Tiempo compartido. Lugar: Galería
Alfareros. Fecha: Hasta el 13 de agosto.
Expresa la pintora la futilidad del
tiempo empleado en cosas intrascendentes, consideradas como
importantes en nuestras aspiraciones. Los días pasan aceleradamente,
y al final, tras una vida que comienza cargada de sueños y promesas,
viene la realidad de la vejez. La lozanía de los años llenos de
esperanzas se han convertido en arrugas y cansancio, cuando todas las
jornadas se repiten sin cesar, como un suspiro.
Celia La Calle utiliza un lenguaje
plástico rotundo, donde no es el detalle quien prima, sino la
silueta borrosa, o la impronta del trazo, expresado con intensidad
cromática, de tonos que rompen el equilibrio tranquilo de la mirada,
mostrando una topografía de colores abruptos, potenciando la fuerza
del detalle, para así poder configurar con mayor exactitud el
mensaje portado en sus piezas.
La propuesta de esta pintora es
variada, siempre envueltos sus personajes en una atmósfera densa, lo
que no impide que en algunas de sus composiciones exista algún
atisbo de poesía. Todo el conjunto aparece ligado por una trama
melancólica, reflexionando sobre el valor del tiempo perdido.
La autora explica que en su obra
relata el espacio marginal de los perdedores, de este primer mundo
confortable, plasmando miseria, soledad, abandono, olvido de personas
que se consideran innecesarias en el gran teatro del mundo.
Todo es vanidad, insustancial premio
prometido que se esfuma en la etapa final, e inalcanzable en el mundo
de los débiles.
Alterna esta pintora el profundo
colorido con espesos trazos negros, organizando un entramado gris,
asfixiante, envolvente, interconectando cosas y seres,
introduciéndolos en un laberinto sin fin, del cual nada puede
escapar, es el infierno de los perdedores, el cubículo del abandono,
donde la soledad y desmemoria social sientan su ley.
Es un escenario sometido al reino de
la oscuridad, pese a que refulgen tonos verdosos, ocres, algún
morado. Pero siempre las sombras cubren las estancias. Ahonda en
estas sensaciones el dibujo, impreso con pasión, descargado
emocionalmente en la pieza, y gracias a ello configura el ánima que
da vida a su obra. El observador, tras visualizar el conjunto
expuesto, abandona la Sala con inquietud y desazón, preguntándose
por la importancia del quehacer diario, o si es más importante vivir
el momento. También, rescata de la invisibilidad la realidad de los
olvidados.
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