viernes, 22 de mayo de 2020

JUAN GENOVÉS

JUAN GENOVÉS, NO ES TIEMPO DE INTIMIDAD
 
Hace unos días falleció, a los 89 años, el pintor valenciano Juan Genovés. Su trayectoria plástica fue larga y variada, rica en experiencias expositivas, ahondando en la expresión de la imagen en su precisión más concisa, para que el mensaje contenido en ella fuera intuido, y transformado, en ideas compartidas. Es constante en su obra el estudio de las aglomeraciones humanas, sin abandonar la perspectiva original que rigió siempre toda su trayectoria artística. Persistió el autor en la forma de abordar la escena en el cuadro, insistiendo en la relación de las personas, la disolución del individuo en el impulso ideológico que mueve a la sociedad, la futilidad y variabilidad de los encuentros personales, reflejando en sus piezas los movimientos sociales que bailan al son del dictado político. Considerado un clásico de la vanguardia española de la segunda mitad del siglo veinte, no se encasilló en su trabajo expresivo, y exploró las diversas posibilidades, como diferentes soportes, de expresión plástica, sin abandonar del todo la idea original que sostuvo su obra, jugando con la creación digital. Con el tiempo las masas humanas se fueron ordenando, conformando agrupaciones, que recordaban eslóganes en forma de partitura musical, que danzan al son de la batuta de quien los dirige. El adocenamiento incontrolado inicial fue transformándose, en las últimas producciones de Juan Genovés, en orden, cuando el individuo somete su yo al interés general de forma progresiva, más con el tiempo el yo no se disuelve, sino que resiste y se distingue, en su soledad formal, aunque esté rodeado de otros individuos. No es tiempo de intimidad, pero sin embargo la persona continúa marcando su territorio personal, parece decirnos. Es por ello que Juan Genovés incorporó mayor cromatismo a las manchas que se representan como individuos, ganando en características y detalles. Este creador valenciano desarrolló su producción plástica sin abandonar su estilo personal, fiel a la idea primera. En sus últimas piezas denunciaba el peligro del control social, ganando peso la personalidad del individuo, mas éste permanece aislado, pues la relación directa, interpersonal, fundada en una estructura de colaboración tolerante con las libertad, y singularidades personales, no existe. Juan Genovés desarrolló una obra permanentemente fresca, de fácil lectura, visualización dinámica, nervio en la mirada, sin desistir nunca en su crítica permanente de la realidad imperante.
 


 

viernes, 1 de mayo de 2020

LA PINTURA DE SILVESTRE


RECORDANDO A SILVESTRE

La Almería profunda, y eterna, es captada en la obra de Silvestre Martínez de Haro (Huércal Overa, 1947-1993). Este artista trabajó la estética de la pintura almeriense, donde la luz, la tierra y sus gentes son los protagonistas, expuestos sobre el fondo de la tradición mediterránea.
Pero Silvestre ahondó más allá de la realidad, pues se internó en las sombras salvadas de la luz, e incluso en las entretelas de las capas luminosas, resaltando la dureza de una existencia vencida por el trabajo y la resignación ante la existencia. Supo ver en los brillantes campos sometidos a la fuerza del Sol, donde una contemplación literal cantaría la alegría de la luz, la tristeza de la soledad, el silencio, el susurro de historias mágicas contadas, convirtiendo la luz en bruma que oculta.
Se adentró en los espejismos del paisaje, extrayendo las leyendas de sus habitantes, relatadas frente a una triste lumbre esperando las horas de la madrugada, para averiguar qué encierra la noche en los campos, en sus montes y arroyos, en los cortijos abandonados, ruinosos, envueltos en un halo de misterio.
En unas obras describía la forma de vida de los campesinos de tiempos no muy alejados, la reciedumbre de sus costumbres, la sencillez de sus casas, los pobres cultivos, el combate diario por subsistir, expuestos sus personajes, y moradas, con dignidad, pese a la apariencia humilde que los define. Hay algunas piezas en las que describe el universo tenebroso de las creencias populares. Recuerdo una soberbia composición, que está colgada en un Centro educativo de Cantoria, donde representa la procesión de ánimas, en un entorno triste, limpio de verdes y vida, sólo ellos, que van hacia una ermita encalada, abandonada en la vastedad de la nada.
Pero Silvestre penetró en el misterio que la luz mediterránea oculta, desvelando los genios que anidan en las noches rotas por el viento ululante. Dibuja seres que emergen de la memoria de los tiempos, esquemas de los paisanos, batarros como los llamaba, que allí existen, cuando vagan ensimismados, encerrados en sí mismos, escondidos en un rincón, o posando indolentes ante la imaginación del pintor.
Silvestre poseía un trazo denso, descarnado, de cromatismo profundo, conjugando gravidez, que se arraigaba en sus solares, con una ligereza perezosa, logrando crear un cosmos de intensa sensación. Este creador plástico, transcendió las raíces pictóricas de sus inicios hasta encontrar un estilo propio, que traduce muy bien los arcanos de la Almería eterna.