EL PINTOR DE CANTORIA
Fuerza, impacto visual y evocaciones,
están presentes en la obra de Eduardo Sánchez Martínez, pintor
nacido en Cantoria. Este artista vive enfrascado en su obra,
trabajando en la búsqueda de una expresión sencilla en su
contemplación, portadora de un cúmulo de sensaciones prestas a
desbordarse.
Eduardo Sánchez posee una producción
plástica de resultado conciso, libre de aderezos innecesarios, pues
conecta con la raíz del entendimiento del observador. Su elaboración
constituye un proceso tortuoso, lleno de horas de trabajo silencioso,
dura experiencia donde el artista sufre en el desarrollo de su
creación. Va depositando signos de vida en cada uno de los puntos
que añade en el blanco del lienzo, o papel, despejando del albor de
la superficie condensaciones de grises o zonas de motas diluidas,
esculpiendo las formas en el fondo del lienzo. Su actividad creativa
es constante, rutinaria, envuelta en la bruma de los días que se van
agolpando silenciosos en el pasado, en el transcurrir de las horas de
la luz.
Este pintor puntillista va dejando
parte de su vitalidad en cada rasgo que arranca al blanco del cuadro,
consiguiendo que sus piezas tiemblen en la mirada, sobre todo si se
trata de retratos, cuya expresión infinita abre caminos para
adentrarse en sus pupilas, navegar en las historias y fantasías que
suscitan las evocaciones de los rostros, y figuras, contenidos en
cada pieza. Como buen pintor de Almería se siente atrapado por la
singularidad de su paisaje, recreándose en los rincones que guarda
el Valle del Almanzora, sus montes pelados, como también los oasis
encerrados en sus ramblas, ricos y exuberantes, refugio donde
encontrar el frescor y anhelo del paraíso perdido. No ofrece estas
expresiones formas preciosistas, ni están tocadas de algún suspiro
lírico, sino que muestra sus escenas con reciedumbre, independientes
de la opinión apreciativa para ser, pues existen porque sí, debido
a la fuerza inferida por el autor. A veces sus dibujos son casi
esquemas que definen el medio, siendo la persona, el animal o
vegetación, el único merecedor de ser presentado con sus detalles,
destellos de su historia presente, deshaciéndose la imagen según se
traslada la mirada hacia la periferia, donde el fulgor de la luz lo
envuelve todo.
Es parco en el uso del color, y cuando
lo utiliza es para relatar el detalle, o dar forma nebulosa al
espíritu, o sentimientos, presentes en el entorno. Usa un cromatismo
equilibrado, sin intensidades ni grandes contrastes, aportando
elegancia a su obra.
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