DESIERTO
La obra poética de Virginia Fernández
Collado, Bédar, 1977, nos ofrece un espacio iluminado por la
palabra, seco en su estructura a veces, sencillo engarce silábico
alejado del ritmo fácil, para adentrarse en el giro tonal
desconcertante, apoyado en el significado certero de la idea,
conceptos descritos en frases
cortas, unidas por la emoción del instante, así como por la
rotundidad de la escena descrita.
Virginia Fernández Collado nos ofrece
una pieza literaria de carácter sencillo, de título “Desierto”,
editada por el Instituto de Estudios Almerienses, que en su
apariencia muestra un entramado complejo, por la propia sencillez que
muestra, pues es difícil conseguir la expresión mínima en su forma
descarnada, básica, que en su brevedad encierra mundos sugerentes,
descritos en su finitud inmediata.
Esta pieza lírica desarrolla el
tiempo sentido, como un diario, de discontinuidades hiladas,
centrando toda su experiencia en la transición del paisaje real,
plasmado con las impresiones que su paso induce en la autora.
Amor, preocupaciones cotidianas, el
destello luminoso, la mutación del paisaje, o clima, van dejando
huella en ella, transcribiendo sus sensaciones en estrofas cortas,
precisas, hirientes unas veces, parcas en su claridad en algunas,
siempre metafísica, introduciéndose en las entrañas de la
existencia, en aquellos detalles observados. Es un diálogo que
establece con el tiempo fluyente, paso fugaz de la realidad variable,
ante el yo permanente de la poeta.
Establece la autora una composición
inteligente, en la que la palabra porta el peso de un denso
significado, envuelto en su aspecto cotidiano, pero que al combinarse
en su estrofa y poema, escapa en visualizaciones complejas, intensas,
extensas en la descripción comprendida en su lectura, y más aún,
rotunda al ser pronunciada, marcando con su sonido reverberaciones
cuan ecos del nombre oculto de las cosas.
Estos efectos son conseguidos por
Virginia Fernández, pues domina el juego de las palabras, la
oportunidad de la frase escrita, su ligazón estética en el poema.
Nace el resultado de su obra del azar afortunado, sólo poseído por
aquellos que dominan el ritmo de la palabra, el núcleo de su
significado, la fuerza de la impronta producida en su lectura. Es el
ingenio armonioso natural de la autora, quien dirige el desarrollo y
encadenamiento del cuerpo poético de la composición, sólida
expresión cristalina, destilada en su presentación, surgida porque
sí, debido a la mirada lírica, pensamientos y emociones, que
habitan en su silenciosa intimidad.