lunes, 28 de abril de 2014

EXPOSICIÓN EN ESPACIO COLLADO

LA SENCILLEZ DEL ORDEN
Autora: Carmen Casas Úbeda. Título: Huellas, heridas y libélulas. Lugar Espacio Collado (Avd. de Cádiz 12) Fecha: Hasta el 30 de abril.
Sosiego en la contemplación, quietud en la mirada, es la sensación que predomina al contemplar la obra de Carmen Casas Úbeda.  La geometría establece el cuerpo del cuadro, quedando difuminada la rigidez de las rectas y ángulos por las claridades de tonos aplicados, que dejan entrever el desarrollo de las formas, en un estado de letargo apacible. Surge la imagen sin estridencias, elegante, clásica y tranquila, que con los motivos circulares que en ella se distribuye,  introduce la sensualidad de la curva en el orden de la sucesión ordenada de puntos.
Expresa la autora un mundo íntimo de fuerte pasión, que al ser traducido por su sensibilidad se expresa como susurro sencillo, bello en su expresión. El equilibrio es su lema, la paz el influjo del color, el orden lógico la estructura del relato. Todas estas propiedades hacen que el trabajo mostrado sea, pese a su origen enraizado en el clasicismo vanguardista de mediados del siglo xx,  de original elaboración, que entra fríamente a la mirada, para ser interpretada la letanía visual que la autora imprime en cada pieza, pasión silente, íntima, que convierte la configuración de la representación dada en descanso de la mirada.
Esta pintora nos enseña una producción de correcto diseño y buena ejecución, que gusta, atrae y conecta con el observador
 
 
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domingo, 27 de abril de 2014

FRANCISCO CARREÑO EXPONE EN LA SALA ZAIDA DE CAJA RURAL DE GRANADA

 
 
 
LA LÍNEA Y EL COLOR
 
Autor: Francisco Carreño. Título: Paisajes desnudos. Lugar: Sala Zaida de Caja Rural de Granada. Fecha: Hasta el 2 de mayo.
 
Una exposición recopila la producción del pintor Francisco Carreño, mostrándonos la evolución y el nervio creativo que impulsa su trabajo plástico.
Este artista almeriense, afincado en Granada, ofrece una obra de intenso cromatismo, siempre sujeto a la linealidad de las formas, combate de resultado vario en su discurrir pictórico, pues unas veces triunfa el color, en otras la rigidez del dibujo, pero siempre sin abatimiento del contrario, pues la tensión entre ambos genera una atmósfera de equilibrio, en un diálogo respetuoso de la figuración con el desbordamiento de una exuberante paleta cromática. Y siempre vence la realidad, en el instante de su evocación sentimental. En cada una de las piezas, el autor exhibe un amplio repertorio de tonos para reproducir la energía del entorno, describiendo a la vez los contornos de lo visible, para configurar la imagen y el espíritu adherido a ella.
En la propuesta de esta Sala se observa el trayecto plástico del pintor, desde sus comienzos marcados por el paisajismo clásico de gusto popular, pasando por un periodo académico, hasta romper la representación de la imagen en sus cuadros de los Filabres y Sierra Nevada, ejerciendo el color una rotundidad en la tabla, que pudiera ser una composición abstracta, si no es porque el artista lo organiza en el rectángulo para representar la inmensidad de las cumbres, la inanidad de la huella humana, y su desafío ante la grandeza de la Naturaleza. Desde el comienzo el pintor muestra una impronta particular en el dominio del color, en el pulso que le infiere, dejando un destello propio en cada composición que concluye. Cuando fija su mirada en la Vega de Granada, la fuerza de las líneas y tonos chispean en  cada pieza, trascribiendo el esplendor del momento pintado. En los desnudos el dibujo queda envuelto en las esencias del color, de raíz monocroma, que se abre a sus posibles variaciones, surgiendo cálidos contornos, ensimismados en su intimidad, en la soledad del yo, cuando se muestra la verdadera faz de la persona. Propone formas originales de entender la anatomía humana,  hundiéndose más en los espacios de creaciones de gran valía. Muestra en los paisajes urbanos el bagaje de su viaje plástico, introduciendo la magia del ambiente, el sabor de los lugares plasmados en sus cuadros. En la serie de Nueva York  introduce energía en la trayectoria de los trazos, el asombro ante el panorama preso de rascacielos, la soledad bulliciosa que reina en las calles de la gran manzana.
 Con esta propuesta F.Carreño nos enseña la senda seguida hacia una forma personal de entender la figuración,  dando cuenta de unas señas de identidad propias, que avalan sea considerada la calidad alcanzada en su devenir plástico.