viernes, 4 de marzo de 2022

JOSÉ SORROCHE PINTOR DE ULEILA DEL CAMPO

 


EL MAR DE SORROCHE

Mar espeso, frío y áspero, enemigo de aquellos que osan internarse en su infinito azul. José Sorroche, Uleila del Campo, 1955, pinta el escenario de la aventura del tránsito del estrecho. No hace falta plasmar en sus piezas los personajes en su viaje incierto, sólo es necesario describir el mundo marino extenso, de profundo color intenso, sometido a cielos amenazantes, que preludian oscuridad, tormenta inminente, superficie rota y encrespada, de montañas acuosas que se deshacen tras su inmensidad. Pero esa amenaza permanece escondida en los nubarrones, en los grises grávidos que surcan en la plenitud del azul tranquilo.
El mar es visto desde la orilla cuan halo poético, belleza repleta de nostalgia, rememoraciones de sueños y leyendas, héroes y epopeyas, mas la realidad es otra, los héroes son gente corriente, con ansias de vivir, engañados por el rutilante brillo de una quimera ofrecida como paraíso, ilusión trabada en la meta final.
Entre las nubes triunfa las radiaciones solares, en su cántico último de la jornada, luz de esperanza, de sueños que se desvanecen ante los hechos de relatos verdaderos, expuestos como melodía feliz.
José Sorroche ahonda en su figuración hacia las formas que se desdibujan por la fuerza cromática de la composición, Es ella quien va desarrollando el ritmo contemplativo de cada pieza, simulación abstracta de la realidad, comprendida como tal por el orden de la paleta usada, siendo su diferente disposición quien dicta los tiempos del relato propuesto por el pintor.
Consigue este artista ofrecer el tema que sostiene su obra desde una perspectiva alejada del drama, hecho invisible que surge en la reflexión ante la contemplación de la imagen marina. En ésta se ocultan las historias sucumbidas en su interior, apareciendo al contemplarlo como misterio, presencia poderosa, belleza lírica que juega con la luminosidad del firmamento, su meteorología presentida, la solidez de la imagen. El mar aparece espeso, pesado, mole amenazante, que en su oscuridad azul avisa de su tiempo permanente, siempre está ahí, todo pasa en la orilla y el mar, con sus misterios, historias de anhelos ahogados y aventuras, en sus horas crepusculares.
El dorando luminoso insiste por resistir en el firmamento, entre nubes y oscuridades, explota su brillo, pero éste se difumina, perdiéndose en la tristeza de las horas, convirtiendo su influjo en un canto triste, antesala de su extinción. La esperanza de la luz se pierde en la noche presentida, el presente optimista es sucedido por la luz olvidada.













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