UNA SINFONÍA DE DUKE ELLINGTON
Al final de sus días Duke Ellington
(1899-1973) compuso la sinfonía “Tres Reyes Negros”, como
homenaje a Martin Luther King. Este compositor de jazz norteamericano
solía dejar sin concluir sus obras, esperando que fuera la
improvisación del último momento quien decidiera como desembocaría
la partitura creada, pues confiaba en la mano del azar, esencia del
jazz.
Esta sinfonía consta de tres
movimientos, cada uno dedicado a un Rey Negro: Baltasar, Salomón y
M. L. King.
Tras la muerte de este músico, su
hijo, Mercer Ellington, gran compositor, con la colaboración del
director de orquesta Maurice Peress, recuperó esta obra, dieron
forma final a su conclusión y la estrenaron en 1976.
De los tres, el tercer movimiento me
gusta sobremanera. En éste, la elegancia se desliza con un paso
suave, cadencioso, derramando estilo en su derredor, el cual ilumina
la estancia plena. La melodía transcurre resumiendo tiempos de
vivencias felices, melancólicos, pero rememorados los recuerdos de
forma gozosa. Tremendo peso sensitivo posee su ritmo, son altos y
bajos modulados que no rompen el equilibrio con su amplitud, pues se
ajustan al cuerpo indolente, tranquilo y sumamente apacible, que
fluye en un río de reflejos brillantes, amplio, cauce sereno,
arropado por una vegetación umbrosa, protectora del esplendor solar,
en las horas felices de la mañana, cuando el rumor del entorno, y
las vibraciones interpretadas del ambiente, sientan su fuerza,
transmitiendo vida, sin estridencias, sino sosegadamente, en el
disfrute del instante de reflejos, zumbidos, evocaciones y placidez
existencial. El ritmo se regodea a sí mismo para impulsar las
emociones que el momento suscita. Belleza armónica reducida a una
composición de aparente factura sencilla, pero repleta de brillos y
peso estético, que la hace imprescindible para entender la plenitud
de la imagen sentida en la cultura moderna. Esta melodía se encierra
a sí misma, se recrea y reproduce, alimentando continuamente su
fulgor de escenas sugeridas, cálidas, luminosas, optimistas, pese al
motivo que originó su creación.
Es un sonido que comunica emoción
relajante, estilo de vida, manera de ser y estar, descubrimiento del
instante fugaz, pasajero y veleidoso, sólo presentimiento percibido.
Más no puedo decir de esta pieza
sinfónica, trasladada desde un jazz de calidad, en el cual el gran
Duke Ellington mostró su poderío creador, intensidad de pensamiento
estético traducido en partitura musical, siempre esperando el azar
de su conclusión.
https://youtu.be/4aOz44e7rKw
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