UNA
NOCHE PARA OLVIDAR
Un
escritor madrileño, a finales del siglo XIX, tuvo noticias del cerro
Merlin, interesándose por las leyendas que lo rodeaban. En sus
frecuentes viajes a Sevilla, se desvió para acercarse a la Villa de
Arquillos.
Era
una noche triste de noviembre, húmeda, silenciosa. Nadie del pueblo
conocía las leyendas que él refería, pues era lógico, sus
habitantes, en su mayoría, eran descendientes de colonizadores
alemanes llegados a Sierra Morena, casi cien años antes. Aburrido
ante el tedio reinante el casino, donde en las altas horas de la
madrugada los contertulios pasaban sus noches jugando a los naipes, o
cuchicheando el último rumor del pueblo, decidió salir y dar un
paseo por la población. Las calles estaban casi en la oscuridad,
tenues lámparas servían de guía, imaginando en las sombras seres
fantásticos o peligros físicos reales. Mas nada le perturbó en su
paseo por la calle principal, pasó ante la Torre del Reloj, en medio
de una plaza desierta, llegando hasta las afueras, donde había una
fuente con tres caños. Todo era sopor, abandono y olvido, oscuridad
y soledad. Le llamó la atención unas luces que pasaban por la parte
superior de la fuente, dirigida hacia la parte alta del pueblo, quedó
extrañado ante tal visión. Según se acercaba la comitiva,
contempló que los procesionantes vestían hábitos. Quedó
sobresaltado, pues estaba contemplando la Santa Compaña. Huyó
despavorido, yendo a refugiarse de nuevo al Casino, lugar donde se
hospedaba. Al relatar su visión, un paisano, llamado D. Ignacio, le
dijo que sí pudiera ser lo que había visto, pues eran muchos los
vecinos que así lo confirmaban. Al día siguiente tomó la
diligencia y marchó hacia Sevilla, quiso olvidarse de la mala
experiencia de aquella noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario