UNA SINFONÍA VISUAL
Autores varios. Título: Acordes II.
Lugar Sala exposiciones de la Biblioteca de Andalucía (Granada) Hasta el 11
de julio.
La Sala es inundada por sonidos
presentidos, danzas invisibles en sus elevaciones y descensos
sinuosos, sobre crestas de colores ligeros o profundidades de azules
y rojos, encauzadas por la geometría, desveladas en las
figuraciones, depositada en la mirada.
El viento mece suave las ramas, en un
vaivén
acompasado con el suspiro de la Naturaleza.
Los pájaros rompe la monotonía del
azul, flujo suave, alborotado por sus cantos y movimientos
azarosos,
que describen la melodía de la brisa antes descrita, con sus giros
impulsores de una sinfonía cambiante, sujeta a un ascenso expresado
por las notas representadas por las aves. Soledad Sevilla expresa
magistralmente este movimiento con fotografía digital pintada. Es
rotunda, poética y precisa.
Ricardo García ordena este sonido,
en los graves y agudos del color, en líneas de expresión vibrante.
Simón Zabell es genial en su
interpretación de la partitura cromática, ofreciendo piezas que se
vacían de notas musicales, desgarrándose en su huida, para invadir
el entorno, danzando
libres en la estancia. Es el triunfo del movimiento ascendente, que
tras la contención de Ricardo García estalla en canto de libertad.
Jaime García idea la plasmación de
su efecto en el baile contagiado, que se describe como golpeteo de la
batería a través de un trazo poderoso y discontinuo, producto de
la orgía de la danza.
Iván Izquierdo recoge esta fuerza y
la organiza en una caída
suave, que desvanece su energía, para aplanarse en una cadencia
tranquila, que Jesús Zurita centra en un punto condensado, continuo,
en luz contenida en el rostro de su imagen, para modular el sonido a
través de la repetición medida de Ángela Galindo, promesa de
tensiones entrelazadas
de los hilos sensitivos, que vibran en el acorde del ritmo sentido,
ondulado, grave, previsor de su escape en la expansión jubilosa de
Irene Sánchez Moreno, mostrando un escenario fresco, que recoge la
musicalidad popular reflejada en un ambiente puro, que vuelve al
canto del ave en su reclamo. Álvaro
Albadalejo introduce la
reiteración medida, sustento de la horda de notas que organizan la
composición de la partitura pintada. Tras lo cual Joaquín Peña
Toro, con la ayuda
de Rubén Jordán,
rompen el silencio sentido para escuchar la suavidad
aterciopelada, recogida en un orden geométrico de tonos elegantes.
Explota éste pasional con Pedro Graciarias, en colores intensos,
brillos imaginados como efecto de su fuerza, dejando Antonio Montalvo
el rescoldo de su paso, denso y visualizado, como resto del temblor
emocional suscitado, en un cosmos misterioso descubierto, tras los
fuegos artificiales expuestos en color por Pedro Garciarias.
Con Angela Agrela, transcurre como
melodía ligera, ordenada en sus líneas y ángulos, mostrando los
efectos de su vibración en la turbación del personaje de la pieza.
Estos autores, más Julio Juste,
Pablo Capitán y Gerardo Delgado, consiguen desarrollar una sinfonía
visual mediante una interpretación de la música, de sus acordes,
desde la óptica
y sensibilidad personal
de cada uno
de ellos.
Es el comisario de la exposición, José Vallejo, quien compone la
obra final, comprendida por cada espectador
según su entendimiento y estado emocional.
Excelente y delicada propuesta, lujo
para la visualización por la categoría de los autores, de gran peso
intelectual al ser plasmada en forma de propuesta plástica.
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