FUEGO BRUJO
Autor: Frederic Amat. Título: El amor
brujo. Lugar: Sala Zaida de Caja Rural de Granada. Fecha: Hasta el 12
de diciembre.
La escenografía plástica para un
espectáculo dramático, o musical, es la esencia que da cuerpo al
espíritu de la obra representada. Si ella falla se rompe ésta,
siendo una propuesta desacertada, y desacompasada, donde ritmo y
forma son independientes e incluso chocan entre sí. La calidad de la
puesta en escena de los decorados y colores potencian el argumento,
introduciendo al espectador en la trama, inmerso en la emoción
relatada, en los sentimientos que se quieren expresar.
Frederic Amat
muestra los bocetos realizados para la puesta en escena de El
amor brujo,
en el Teatro de la
Maestranza de Sevilla, en 1994, por el Ballet de Víctor Ullate. El
pintor plasmó su paleta,
tanto
en el vestuario como en los telones, labor realizada a mano. Son
bocetos los mostrados, ya que la obra original desapareció en un
incendio. Acompañan a éstos, guiones, apuntes para el vestuario y
estampados, más carteles y programas, con fotografías de Josep Ros
Ribas de dicha representación.
La
exposición muestra un trabajo plástico exuberante, profundo, de
intensa pasión reflejada en las piezas. F. Amat juega con el color,
si de una partitura musical fuera, reforzando el ritmo, la pasión
sugerida, la fuerza de la composición, la danza sumida en el
torbellino del fluir del compás. Misterioso, susurrante, desbordado,
terriblemente arrebatado de sentimientos palpitantes. El negro de lo
desconocido, pavor ante el acecho oscuro que cubre de temores el
entendimiento, es roto por el ígneo brillo que conjura las fuerzas
naturales, en un rito taumatúrgico, que danza sin parar, en el baile
de las llamas, en el crepitar que quiere ser voz de espíritu, en la
invocación a los seres de las tinieblas. El azul aparece como
resultado, fin del trayecto, frío páramo árido, desolado y
descarnado; y aterida en su soledad está el alma, esperando la
caricia dorada de la vida. Los tres se conjugan acompasados, en un
vaivén frenético, que aturde y domina el sentido.
En
los bocetos expuestos se observa el trazo discontinuo, rotundo y
espeso, del autor, compañero del ritmo, lineal sinuoso, punteado y
aéreo, concéntrico henchido de gravedad. Es en la pitonisa donde el
pintor muestra una genialidad suprema, pues con pinceladas acotadas,
rápidas, anchas, sumidas en el desarrollo armónico de la pieza
musical, hace surgir la figura de la maga adivina, que danza en un
giro sutil que quiere desvanecer las formas apreciadas, en un fulgor
cinético que se convierte en fuego, luz ardiente que conjura el
universo oculto.
El
comisario de la exposición, José Vallejo, ha acertado plenamente en
la elección de Frederic Amat, para conmemorar El
amor brujo
en el centenario de su creación, pues este artista plástico ha
sabido captar el concepto, y ánima, de la música del gran Manuel de
Falla.
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