RECORDANDO A SILVESTRE
La Almería profunda, y eterna, es
captada en la obra de Silvestre Martínez de Haro (Huércal Overa,
1947-1993). Este artista trabajó la estética de la pintura
almeriense, donde la luz, la tierra y sus gentes son los
protagonistas, expuestos sobre el fondo de la tradición
mediterránea.
Pero Silvestre ahondó más allá de
la realidad, pues se internó en las sombras salvadas de la luz, e
incluso en las entretelas de las capas luminosas, resaltando la
dureza de una existencia vencida por el trabajo y la resignación
ante la existencia. Supo ver en los brillantes campos sometidos a la
fuerza del Sol, donde una contemplación literal cantaría la alegría
de la luz, la tristeza de la soledad, el silencio, el susurro de
historias mágicas contadas, convirtiendo la luz en bruma que oculta.
Se adentró en los espejismos del
paisaje, extrayendo las leyendas de sus habitantes, relatadas frente
a una triste lumbre esperando las horas de la madrugada, para
averiguar qué encierra la noche en los campos, en sus montes y
arroyos, en los cortijos abandonados, ruinosos, envueltos en un halo
de misterio.
En unas obras describía la forma de
vida de los campesinos de tiempos no muy alejados, la reciedumbre de
sus costumbres, la sencillez de sus casas, los pobres cultivos, el
combate diario por subsistir, expuestos sus personajes, y moradas,
con dignidad, pese a la apariencia humilde que los define. Hay
algunas piezas en las que describe el universo tenebroso de las
creencias populares. Recuerdo una soberbia composición, que está
colgada en un Centro educativo de Cantoria, donde representa la
procesión de ánimas, en un entorno triste, limpio de verdes y vida,
sólo ellos, que van hacia una ermita encalada, abandonada en la
vastedad de la nada.
Pero Silvestre penetró en el misterio
que la luz mediterránea oculta, desvelando los genios que anidan en
las noches rotas por el viento ululante. Dibuja seres que emergen de
la memoria de los tiempos, esquemas de los paisanos, batarros como
los llamaba, que allí existen, cuando vagan ensimismados, encerrados
en sí mismos, escondidos en un rincón, o posando indolentes ante la
imaginación del pintor.
Silvestre poseía un trazo denso,
descarnado, de cromatismo profundo, conjugando gravidez, que se
arraigaba en sus solares, con una ligereza perezosa, logrando crear
un cosmos de intensa sensación. Este creador plástico, transcendió
las raíces pictóricas de sus inicios hasta encontrar un estilo
propio, que traduce muy bien los arcanos de la Almería eterna.
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