viernes, 6 de abril de 2012

CRÍTICA A LA EXPOSICIÓN DE EUSTAQUIO SEGRELLES.

LA MIRADA DEL PINTOR

Autor: Eustaquio Segrelles. Título: Eustaquio Segrelles. Lugar: Galería Rincón del Arte. Fecha: Hasta el 25 de abril de 2012. Publicado en Ideal de Granada el día 5 de abril de 2012.



En nuestra ciudad existe un sector considerable de aficionados a la pintura a los que gusta aún los estilos pictóricos tradicionales, donde escenas costumbristas del pasado, la figuración idílica de imágenes de la vida cotidiana, y el color rotundo, imponen su presencia. Se producen, y reproducen, con insistencia estos temas, trabajándose con éxito vario, mas la mayoría de las obras expuestas en nuestras galerías merecen ser consideradas por su perfecta factura, buen gusto, dominio del oficio, y sinceridad compositiva con que se elaboran, que superan la recreación para seguir perfeccionando el sendero estilístico iniciado.

Este es el caso que aquí comento, la exposición presentada en la Galería Rincón del Arte. Ofrece en esta ocasión la obra del pintor valenciano Eustaquio Segrelles, de dilatado oficio, gran experiencia y calidad artística, que continúa con una expresión plástica dominada, elaborada con autenticidad e indiferente a las modas presentes, pues propone un trabajo sólido, bien fundamentado, serio y de calidad. En sus piezas desarrolla el color desde el punto central, abriéndose, despejándose, para romper su densidad y espesura cromática, desvelando contornos, espacios e imágenes presididas por su oportuna representación. Se van aclarando las formas, para configurar la idea, plasmándola en el lienzo, recogiendo, desde una perspectiva indolente, las distintas peripecias de sus protagonistas, reflejo de una época dura, marcada por las carencias, pero sin embargo quién sabe si un poco más feliz. La satisfacción está en ser y no en poseer, parece indicarnos.

E. Segrelles propone un trabajo de conclusión técnica marcada por su gran categoría artística, denso y profundo en su colorido, que trasmite sus conceptos y reflexiones, marcado adrede por el autor con la pátina del tiempo pasado, imprimiendo en sus cielos el nervio de la pintura más actual.

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