miércoles, 7 de septiembre de 2016

A PROPÓSITO DE ORBANEJA

 
En el Quijote se habla de un pintor de Úbeda llamado Orbaneja, el cuál cuando pintaba un gallo ponía debajo “este es un gallo” por si el que lo viera lo confundía con una zorra.
Describe muy bien Cervantes el problema de algunos pintores con pretensiones mayores a sus capacidades, que necesitan de un título para poder situar, y descubrir, lo que se ha pintado.
Existen hoy día muchas exposiciones en las cuales pesa más el catálogo que la obra, donde el autor no explica por qué ha pintado, qué ha pintado, y qué quiere que se comprenda, y a veces deja a la libre inventiva del espectador el resultado final de la obra. Se introducen en estos juiciosos, estéticos y cripticos, catálogos o folletos, en sesudas reflexiones, en citas eruditas, en analogías, en reconstrucciones ficticias, mas se reduce en su intención, pues no toca ni siquiera tangencialmente la atención del gran público, quedándose en un producto de estudio, elogio y autoelogio, de profesores, críticos timoratos y academicistas. Todos comentan la despersonalización de la obra, la manejabilidad de la materia, el producto expuesto para que sea compartido, incorporado, manipulado, festejado e introducido en la gran trama de la escena del mundo. El arte como participación y sugerencia.
La pintura es libertad, es técnica, es lenguaje, expresión rotunda de un estado o realidad. Un cuadro elaborado con una excelente técnica, una buena conjunción del color, e incluso con un tema atrayente, si no tiene estilo vivo, se queda en nada, en mera ilustración, reproducción o producto comercial aséptico. Se puede haber estudiado una carrera para ser un pintor, escultor, escritor, actor…, mas si no se tiene la fuerza del estilo, la garra de la emoción, el poder de suscitar sensaciones, llámese belleza, inquietud, asombro o reflexión, se es un mero operario de una cadena de montaje cultural.
 

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