ENERO, FUEGO Y DESEOS
Es un efecto psicológico, sí, pero es
real, pues hace presencia con su fuerza, e impresión, en las ideas
de todos. Es enero y parece que iniciamos un nuevo periodo, en el
cual se quiere concluir aquellas circunstancias que nos entretienen
y preocupan, queremos que todo sea nuevo, como si de una regeneración
se tratara. Es enero e imaginamos los meses de otoño como oscuros,
recogidos, llenos de impresiones, emociones y nostalgias al final.
Pero todo ello queda en el recuerdo, que parece lejano, cada vez más,
para desaparecer en el fondo del horizonte de la memoria.
Estamos ávidos de luz, de su brillo y
calor, en medio del gélido ambiente, que no por ello molesta, sino
que parece renovador, purificador, inicio de nuevas aventuras,
aquellas que la cotidianidad nos va ofreciendo cada día. No son
intrascendentes, aunque así nos parezcan, sobre todo cuando la
existencia sin problemas importantes nos acompaña, mas en el
recuerdo quedarán, al ser rememorados esos periodos, como existencia
feliz. La vida transcurre y eso es lo importante. Tal es el ansía
por el retorno del abrazo luminoso, evocado en las fiestas de enero.
Fiestas de San Antón, San Sebastián, San Idelfonso, son muchos los
festejos en los que se busca la Luz a través de las hogueras,
cohetes y carretillas, como si se quisiera encender el cielo,
quemando lo viejo, acorde con los sentimientos del primer mes.
Son también fiestas de celebraciones, en
las que las comunidades se arropan, buscan sentirse más próximas,
cuando la Olla de San Antón une como pretexto para sentir el gozo de
vivir.
Pasan las horas, en la serena armonía de
una estancia tranquila, protegida del frío, en la oscuridad que va
cesando cada día su duración, la claridad empieza a percibirse en
San Antón, mostrando su triunfo en febrero, cuando el impulso de
vida sienta mayor fuerza, las fiestas se repiten, antesala de
romerías, festejos populares, penitencias y presentimiento del mes
florido, explosión jubilosa de vida, pasión desatada en comunión
con el ritmo suave del ambiente; en mayo el calor no sofoca, sino que
anima, en una atmósfera sedosa, levemente revuelta con una brisa
zalamera, que ayuda a dar fuerza a la intensidad de las horas.
Enero es como un campo encostrado por el
peso gélido de los elementos, espacio nuevo en el que reconstruir
los quehaceres cotidianos, estancia limpia para iniciar el futuro
deseado, pero todo depende de la persistencia de la voluntad, si las
ideas presentes son más intenciones que emociones.
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