IGNACIO ANTONIO
La noticia del fallecimiento, el
viernes 24 de enero, del pintor Ignacio Antonio me produjo una
profunda tristeza y desazón, ya que pude disfrutar de su amistad
desde hace casi treinta años.
Lo conocí en el año 1996, en la
galería Jesús Puerto, de Granada, cuando exponía su obra de título
“Pórticos”. Ya me habían hablado de su trabajo plástico, de la
valía contenida en él, debido a la honda carga conceptual reflejada
en su configuración, auténtica teoría estética definida en cada
una de sus piezas, luminosa rotundidad en la descripción de la idea
que sustentaba su expresión artística.
Ignacio Antonio mantenía una
continuidad en su trayectoria creativa, sustentando cada una de sus
propuestas en la anterior, surgida como producto de sus indagaciones
estéticas.
Inició su experiencia artística
desde la miniatura, siendo el detalle mínimo el signo característico
que explicaba todo el contexto, y significado, de la pieza. Trabajaba
sobre tablas de madera, la cual con sus nudos, y vetas, conferían
relieve presentido en la lisa superficie, generando impresiones de
recovecos en el recorrido de las claridades. En sus composiciones fue
recogiendo monumentos históricos, evolucionando su intención
plástica hacia las construcciones tradicionales de la tierra
granadina. En estas piezas se observa un brillo propio, un pulso
lumínico que surge de las claridades tonales incorporadas en ellas,
las cuales se liberan de las formas impresas para adquirir una
presencia singular. Parece ser que el artista se percató de tal
revelación, regalada por el momento creativo, sumiéndose en la
fuerza de su influjo, elaborando composiciones de mayor tamaño,
incorporando la Luz como protagonista en ellas. Buscó en los cielos
el origen de su esencia, en nubes caprichosas, en paisajes difusos
por la reverberación solar, persiguiendo su rastro en el cosmos, en
mundos imaginados en la profundidad del espacio, hasta acceder a las
puertas que cerraban la entrada al laberinto resplandeciente, que
prometía desentrañar el misterio que el fulgor suscita en nuestro
ánimo. Estos pórticos guardaban enigmas imaginados, provocando que
la mirada suponga escenarios fantásticos tras ellos, en otras
producciones los traspasó, describiendo campos de colores
infernales, en algunas se aproximó a los destellos del Paraíso, mas
la impronta telúrica ejercía su influencia. Y el pintor la superó,
traspasando los Pórticos, dejando atrás la representación de la
luz a través de imágenes y paisajes abstractos, para intentar
reflejar el rastro lumínico caprichoso, la simulación de sus
variaciones bajo el orden de las horas. Investigó el efecto del
encuentro entre la materia y los haces de su espectro, olvidando la
bidimensionalidad para poder representarla en formas caprichosas, que
rompían el orden geométrico, pues la Luz es eso, creación azarosa
que supera la lógica humana. Su ingenio fue más allá de la forma
tradicional del cuadro, consiguiendo realidades plásticas novedosas,
auténticas expresiones sobre la esencia de las claridades
percibidas. No conforme, siguió penetrando en los secretos que el
espectro visible esconde, volviendo su mirada en lo minúsculo, en
construcciones tridimensionales, donde los colores impresos en su
geometría, cuan direcciones de los haces luminosos, jugaban con las
sombras de los instantes del recorrido solar, o el lugar expuesto
según los focos, construyendo composiciones de penumbras y
claridades, mostrando estructuras dinámicas alejadas del concepto
de cuadro. Exploró las posibilidades de la expresión pictórica,
tocando las orillas de la creación plástica futura, sin caer en las
astracanadas que algunos quieren imponer como vanguardia.
Paralelamente, a esta producción pictórica, se interesó por la
escultura en madera, como vínculo de su investigación del signo
visible de la materia, queriendo plasmar sus emociones personales.
Sublimaba las formas, las depuraba, para que sintonizaran con el
entorno luminoso.
Igualmente investigó la fotografía,
siempre persiguiendo el genio que cabalga en las radiaciones
cromáticas, interesándole más la sustancia del color que la forma,
considerando como único protagonista el cromatismo y las figuras que
sus conjunciones sugieren.
Ignacio Antonio Sánchez-Alhama era un
gran artista, mi gran amigo cuya obra siempre me tuvo seducido, y uno
de los más avanzados exploradores de las posibilidades que la
percepción visible guarda. No se conformó con la forma, sino con la
sustancia etérea que define la existencia, el tiempo, las
dimensiones, que fluye y llena todo, pasa fugaz y nos explica la
realidad.
Hay artistas que dicen haber alcanzado
horizontes nuevos, y originales, en la expresión plástica, mas
llegan tarde, Ignacio Antonio ya transitó por esos lugares.
Ignacio Antonio se unió a la Luz,
yéndose con el Creador del primer instante luminoso. Nos dejó una
poderosa obra, rica en hallazgos estéticos.
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