CUANDO EL TIEMPO SE DIFUMINA
Autor: Carlos Montaño. Título:
Preludio. Lugar: Galería Birimbao (Sevilla) Fecha: Hasta el 29 de
mayo.
La obra propuesta por Carlos Montaño está sumida en el misterio. Rompe su mirada la imagen para adentrarse en las oquedades de la esencia del lugar, en los espacios que se escapan a la visión racional de la realidad. Intenta vaciar el escenario, sublimarlo de las formas que lo representa, indagando en las oscuridades de los pasadizos, del mundo subterráneo que existe bajo sus pies, en un espacio ajado, sometido al trabajo del tiempo. Su pintura simula cambio permanente, vértigo visual que impide fijar la mirada, intentando descubrir el aroma del pasado, las fuerzas del lugar que siente, pero se deshacen inaprensibles cuando cree haber definido su perfil. Frío y oscuridad, contrastes tenebrosos persisten en sus piezas, más el fulgor de la pasión, del dolor, cuando el fuego del inframundo quiere desvelar el escenario explorado. Aparece la descomposición del volumen, la desestructuración de las formas, la destrucción y fuga de lo tangible.
En sus cuadros organiza un universo donde cielo y tierra se confunden, en lagunas por cuya superficie la luz se fractura en sus destellos varios. El dolor de la caña amenazante, y la soledad ante el enigma, son plasmados en cada una de sus composiciones.
Carlos Montaño rastrea el sentido que da cuerpo al lugar, descomponiendo el orden para adentrase en el caos, simulando un viaje sin estructuras ni referencias, estando presentes los restos del naufragio. Es un preludio que concluye una etapa derruida en el pasado, buscando una respuesta ante el significado de lo eterno. Mientras, presenta en una de sus piezas la percha sin dueño, abandonada, símbolo del olvido.
Su pintura posee nervio, fuerza rasgada en la tabla, que se disuelve en el conjunto para generar un estado de pulsión danzante.
La obra propuesta por Carlos Montaño está sumida en el misterio. Rompe su mirada la imagen para adentrarse en las oquedades de la esencia del lugar, en los espacios que se escapan a la visión racional de la realidad. Intenta vaciar el escenario, sublimarlo de las formas que lo representa, indagando en las oscuridades de los pasadizos, del mundo subterráneo que existe bajo sus pies, en un espacio ajado, sometido al trabajo del tiempo. Su pintura simula cambio permanente, vértigo visual que impide fijar la mirada, intentando descubrir el aroma del pasado, las fuerzas del lugar que siente, pero se deshacen inaprensibles cuando cree haber definido su perfil. Frío y oscuridad, contrastes tenebrosos persisten en sus piezas, más el fulgor de la pasión, del dolor, cuando el fuego del inframundo quiere desvelar el escenario explorado. Aparece la descomposición del volumen, la desestructuración de las formas, la destrucción y fuga de lo tangible.
En sus cuadros organiza un universo donde cielo y tierra se confunden, en lagunas por cuya superficie la luz se fractura en sus destellos varios. El dolor de la caña amenazante, y la soledad ante el enigma, son plasmados en cada una de sus composiciones.
Carlos Montaño rastrea el sentido que da cuerpo al lugar, descomponiendo el orden para adentrase en el caos, simulando un viaje sin estructuras ni referencias, estando presentes los restos del naufragio. Es un preludio que concluye una etapa derruida en el pasado, buscando una respuesta ante el significado de lo eterno. Mientras, presenta en una de sus piezas la percha sin dueño, abandonada, símbolo del olvido.
Su pintura posee nervio, fuerza rasgada en la tabla, que se disuelve en el conjunto para generar un estado de pulsión danzante.
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