martes, 26 de agosto de 2025

UNA TARDE DE PRIMAVERA

 


Rompe la luz la monotonía verde del árbol, abrazándola con pasión, con furia e intensidad, haciendo arder su figura en el verde dorado de su reflejo. Pasión profunda del último arrebato del día, de la claridad que quiere explotar en su triunfo, locura radiante que surge esplendorosa. La retina queda sumida en su imperio, en la locura visual que su imagen provoca, éxtasis del instante, que traslada la mirada fuera del espacio lógico, sólo el Yo y la Luz.


Paseo infinito, camino hacia la noche, acompañado del fulgor desvaído del fuego verde, en su tímida hacia el ocaso. Viaje hacia el final, inabarcable, sin conclusión, sólo calzada, más calzada, no hay término, y mientras, la luz se evade de su impregnación en los árboles, imágenes que marcan el ritmo de la derrota diaria, cuando se aguarda la oscuridad veladora de lo real.



Surge un elegante chispazo visual en el encuentro del instante salvado de la realidad. Aparición extraordinaria. Dorado suave esparcido en el horizonte, que se impregna en la vegetación, desprendiendo destellos organizados en una cadencia rítmica suave, la cual se difumina felizmente en el gozo pasajero que su presencia provoca.





Claridad que se difumina, en el escenario extraído del tiempo, fuga hacia la intemporalidad, surgida como destello pasajero, resplandor tímido en el momento último de la Luz. Es un encuentro sin continuidad, encuentro con la fantasía, que se deshace en el ritmo de los instantes.



El día declina hacia las tinieblas. En este momento de tránsito conviven ambos universos, el solar y el oscuro, mezclados, interaccionando entre sí, dejando abierto los resquicios hacia espacios etéreos en los que la imaginación es liberada, sueños y melancolías, feliz tranquilidad y despertar de enigmas de la consciencia. La diafanidad que la luz ofrece se deshace en borrosa visualización, en el silencio que los campos trasmiten.




La luz avisa de su fin, en su extinción gradual, aunque unos rayos quieren escapar a su destino, fundiéndose en el cromatismo de las hojas y tallos, penetrando en su interior, mostrando un resplandor apagado, pues su origen las reclama, para que se una con el disco solar en su ocaso diario.




Ocultos en las sombras anidan los genios de la noche, otean el paso final de la luz, esperando el momento en los que extender su capa oscura, en el fresco penetrante, espacio infinito hacia el mundo misterioso del submundo, cuando lo real se deshace en fantasía.




El Sol se convierte en un sueño pasado, mas su realidad es ahora sueño de esplendores venideros, en la mañana que aguarda. Entra en el inframundo, en su eterno paseo por los abismos sujetos al caos, silencios y olvido. Su paseo salva, ilumina los recuerdos, recata las ánimas de su exilio terrenal, surgiendo sus sombras en los espacios invisibles de la noche. Tras la montaña muestra su riqueza radiante pasajera, pero no hay que ser pesimistas, el futuro es suyo, siempre suyo, en su eterno retorno hacia el reino del resplandor vivificante del mediodía.



Cae la noche, cantada por los grillos y autillos, rumor permanente en los campos oscuros, compañeros de seres ensoñados. El azul se desvanece, presentando en el momento final la faz de otras realidades inmateriales, más allá del combate eterno entre la luz y las tinieblas.



Es un recuerdo sólo, en la antesala hacia el mundo sensitivo de la noche. Luz ausente, luz cautiva, luz errante, que se escapa del horizonte, asolado el espíritu con su partida, pese a ofrecer el dorado decadente de sus atributos. Cae la luz abatida ante las tinieblas, soledad y recogimiento, toma forma la noche con su presencia.


viernes, 22 de agosto de 2025

JOSÉ ANTOLÍNEZ Y SU CUADRO DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

 

LA INMACULADA DE LA CATEDRAL


En Almería podemos contemplar un cuadro de la Inmaculada, depositado por el Museo del Prado en la Catedral, cuyo autor es José Antolínez.
Son muchos los pintores del siglo XVII en España, de gran calidad y originalidad, cualidades que se perdieron en el siglo siguiente. En ese periodo dos pintores, Murillo y Antolínez, sobresalieron en la pintura de la Inmaculada Concepción, por el número de versiones como por la categoría estilística de su elaboración.
José Antolínez (Madrid, 1635-1675) tuvo una vida agitada, que no por ello restaba tiempo a su trabajo artístico. Procedía de una familia hidalga, era un espadachín diestro, altivo y provocador, causa de su muerte temprana.
El estilo de este pintor estaba influido por Velázquez, Rubens y el colorido de Tiziano, lo cual no contradice su original producción artística, pues a partir de las técnicas inspiradas en estos pintores, desarrolló una obra de gran consistencia, fuerza, elegancia y valía plástica. Pintó más de veinte Inmaculadas, aparte de otras piezas de carácter religioso. No sólo este tipo de temática abarcó su trabajo con el pincel, sino que comprendió otros campos de la imagen. Elaboró retratos, como también temas costumbristas de la vida cotidiana, e incluso plasmó paisajes en sus óleos, de los cuales no se encuentran en la actualidad ninguno conocido.
Sus Inmaculadas poseen un estilo propio, diferente al resto, sublimación de la imagen, espiritualidad contenida en el rostro de la Virgen, expresada en la etereidad de la representación de su figura, potenciada por los colores celestes, más plateados o dorados, dotando de gran impronta su contemplación.
En sus retratos reflejaba el gesto natural, sin artificios ni poses innecesarios, aunque en alguna de sus obras peca de una excesiva afectación, rostros congelados sin naturalidad, como es el caso del cuadro en que retrata al embajador de Dinamarca, en el cual refleja los gustos estéticos de la época.
Existen, aparte de sus Inmaculadas, dos obras de excelente factura pictórica; una es su pieza de María Magdalena, en la que muestra una imagen aérea, en plena elevación, ingravidez percibida, profundidad en su visualización. El color azulado del fondo, incrementa los efectos en esta pieza señalados.
Pero donde alcanza mayor genialidad, es al incorporar temas de la vida popular en sus composiciones, siendo la pieza “El Pintor pobre” un trabajo diferente, a lo visto entre sus colegas de oficio en España. Es lo que le dota de un estilo propio y original.













jueves, 14 de agosto de 2025

LA PUERTA DE MI CASA, DE MARGA BLANCO

 


LA PUERTA DE MI CASA


Marga Blanco es una de las voces más frescas, claras y directas de la actual lírica nacional. Posee rotundidad en la expresión, limpieza en la estructura de la estrofa, certera puntería sensitiva, que atina a conectar con el centro de la palabra oportuna engarzada en el poema.
Esta autora posee un amplio recorrido literario, que en su madurez creativa consigue mostrar una obra de intenso significado emocional. Me refiero a su última entrega “ La puerta de mi casa”, de Sonámbulos ediciones. En ella recorre una serie de cauces de intensidad oscilante, en los que va descubriendo su universo íntimo, reflejado en el entorno más personal de su existencia, en los que deambulan aquellos seres ligados a ella por su afectos o recuerdos. En el transcurso de su poemario va mostrando una serie de estancias, inmersas en la claridad del vocablo depurado, no nacida del ritmo ni de la palabra reverberante, sino de la luminosidad sentimental portada en su significado. Propiedad de sus composiciones no conseguida por la expresión lacerante oportuna, como tampoco por la sorpresa oculta en su conclusión, sino por el recorrido sencillo, soportado en un ritmo sublimado, que deja sólo el peso de la palabra, la cual se transforma en significado sentimental, siendo estas emociones quien, con su ordenación en el poema, dan sentido a toda la composición.
Vida y muerte, desengaños y deseos, se suceden de forma encadenada, como imágenes que van iluminando las diferentes estancias de la existencia diaria, sobrepuestas a la rutina de lo cotidiano, pues la autora salva sus impresiones de las horas inanes de los días. Su mirada lírica extrae estos sentimientos y los saca a la luz, les da cuerpo y vida, para después alojarlos en la memoria de la experiencia. Pero la cualidad de estos poemas, descansan en la mirada vital que Marga Blanco propone, pues sin abandonar el recuerdo, supera la nostalgia y encara el presente con valentía, fuerza y alegría, sensación que se niega a perder, gracias a los afectos que la conectan con el pasado brumoso, y le permiten autoafirmarse en ser ella misma, proyectando su alegría hacia el entorno.
En este libro despliega la poeta una hábil expresión lírica, de apariencia no complicada en la conjunción de las palabras, albor en su aparición, en la que el trabajo intenso en el encaje del verso sustenta toda su producción, explorado el vocablo para transmitir la imagen sin añadidos ni efectos innecesarios.




martes, 12 de agosto de 2025

PALABRA ADIVINADA, POEMAS DE J.TUVILLA Y ACUARELAS DE ROSA RODRÍGUEZ


PALABRA ADIVINADA


La palabra precisa, en su limpieza descarnada, pinta el paisaje en la imaginación. José Tuvilla Rayo describe en sus poemas las acuarelas de Rosa Rodríguez López, delimitando la silueta del alma que en cada una de ellas está contenida.

Proyecta su verbo lírico sobre los espacios almerienses, sus paisajes, pueblos y señas de identidad común, cualidad propia y distintiva. Me refiero a la luz de sus campos, sumergidos en el espíritu del aire, rumor de los genios que por ellos transitan, ejerciendo su influjo caprichoso, silbos ululantes, evocadores de miedos en las oscuras noches invernales, potenciadores de vigor y vida en el amanecer, cuando la luz triunfa. Siempre acompañada por el azul limpio de los cielos invernales, cristal helado reflejo de un paisaje puro, o alterado en las diversas tonalidades celestes del estío, ambos en competencia con el azul profundo marino.

José Tuvilla muestra un lenguaje poético estructurado, sereno, soportado en un armonioso ritmo contenido, sujeto al poder de la palabra, pues es ella quien interesa, para describir la estampa del entorno recogida en las acuarelas, conjuntadas con la musicalidad de sus estrofas, pues ambas suponen la misma imagen, expresada en el eco musical que la vibración sensitiva propone.

En las acuarelas es la combinación cromática, y su juego de intensidades, quien dirige el ritmo visual, que en el caso del poema está descansada en el vaivén oscilante del vocablo elegido, cuya conjunción genera el acorde sonoro supuesto en la visualización de la pieza.

Ambas impresiones centran su atención en la desnudez de los campos, libres de la exuberancia vegetal, vacíos y ocres, azotados por el viento, espacio vital en el que las claridades triunfan, someten la mirada, la inundan, para transportarla hacia horizontes oteadores de la transrealidad, del encuentro imposible, mística luminosa que anega el pensamiento.

La sólida poesía de J. Tuvilla está acompañada de chispazos visuales, de punzante penetración sensitiva, que traspasan la realidad para adentrarse en el mundo que subyace en la fantasía, cualidad plástica expresada en las acuarelas de Rosa Rodríguez, de gran impronta, pintora que muestra una excelente calidad plasmada en sus piezas.

La obra de ambos artistas, prologada por la mirada original de Juan José Ceba, está contenida en el libro “Palabra Adivinada”, editado por el Ayuntamiento de Alhama de Almería.

















viernes, 1 de agosto de 2025

SOBRE JOSÉ MIGUEL CHICO LÓPEZ Y EL PREMIO DE PINTURA GREGORIO PRIETO

 


LA ILUSIÓN PERCIBIDA


En el 27 Certamen de Pintura Gregorio Prieto, celebrado en Valdepeñas, fue galardonado, con el segundo premio, el artista jiennense, profesor en la Facultad de Bellas de la UGR, José Miguel Chico López, por su obra “Paisaje Mediterráneo”. Las piezas ganadoras estarán expuestas en el Museo Gregorio Prieto, de Valdepeñas, y posteriormente en el Centro Cultural Casa de Vacas, en Madrid.
El Jurado del Certamen, en el que formaba parte, entre otros, el almeriense Juan Manuel Martín Robles, director de la Fundación de Arte Ibáñez Cosentino, del Museo del Realismo Español Contemporáneo, de Almería, al referirse a la obra de Chico López, elaborada con carboncillo, tinta y barniz sobre papel, expone que “crea geometrías intuitivas que simulan algoritmos humanos, reflejando la tensión entre lo maquínico, lo posthumano y la frustración del futuro esperado”.
Conocí a Chico López hace años, en una de sus exposiciones celebradas en la desaparecida galería Sandunga, de Granada, mostrando en ella un ingenioso planteamiento en el desarrollo de su obra, basado en una sólida conceptualización, que define su definición de la realidad, construida con habilidad para componer piezas de proporciones impresas delimitadas, reflejo del concepto físico traducido en algoritmos visuales.
En esta ocasión su representación es más explícita, directa, reflejando perfectamente el pensamiento expuesto por el autor, configurado en la composición de su obra.
Si nos centramos en la pieza que aquí se comenta, se observa un plano definido por segmentos singulares, de acuerdo a proporciones propias, cuan código de barras, o simbología geométrica que quiere acotar, en un concepto matemático, la percepción de la realidad observada, lógica racional establecida, perenne, la cual navega imperturbable por el mar del tiempo, fluyendo hacia horizontes sin costas, en tedioso paso que confunde pasado y futuro. El presente no existe, pues la ilusión permanente del futuro es pensada en pasado. Nos dice el artista que la existencia propuesta es una entelequia ficticia, establecida para disolver la razón individual, sumándola en el sueño de la masa. Mas este creador plástico, muestra en su paisaje mediterráneo el influjo de los destellos luminosos, el triunfo solar, que rompe el hilo positivo temporal, para incluir el caos azaroso, la libertad del desorden, la sorpresa que aguarda en el instante siguiente. Propone el artista otra realidad posible.
La obra de Chico López es inteligente, de inmensa técnica plástica y oportunamente crítica.