ADIVINANDO UN MUNDO OCULTO
Javier Torras expone en el Centro de
Arte La Fuente, de Mojácar, hasta el 29 de mayo.
Javier Torras, artista plástico
madrileño, elabora una obra singular, de profundo color y efecto
visual agradable. Sus piezas nos muestran escenarios soñados,
apareciendo en ellas islotes envueltos en neblinas evanescentes de
tonalidades azulinas, con vetas irisadas reducto de un resplandor
pasajero, en cuyo relieve se rompen las olas cromáticas, aclarando
el color en su descomposición, producto del choque batiente. ¿Pero
son islas o cúmulos brumosos concentrados de consistencia
instantánea? Esa es la primera pregunta que se hace el observador.
En otras composiciones sí define las figuras, como hadas sublimadas
ensimismadas en el tañido de su melodía, o sirenas que toman
asiento en la visualización de un escenario fantástico, su magia
transforman el ambiente.
En su trabajo pictórico expone una
confusión latente de rectas y círculos, en ruptura permanente,
equilibradas por un horizonte donde transitan los tonos azulados,
desde su opacidad hacia la claridad celeste.
En el desarrollo de sus producciones
es el azar quien sugiere estas formas naturales, islas, o cordilleras
fantásticas, refugio de paraísos míticos. Puertas hacia el
ensueño, conclusión del curso creativo del pintor que se deja
llevar por la fuerza de la paleta aplicada, sucumbiendo a su encanto.
Javier Torras se interna en el campo del color, es dominado por su
impulso, perdiendo la razón lógica para crear dirigido por la
fuerza de los genios que anidan en el subconsciente. El resultado es
una obra que atrae la mirada, susurra al espectador, proponiéndole
nuevos relatos imaginarios, de transcurrir apacible.
En sus piezas crea una confrontación
de espesores cromáticos, donde juegan azules, verdes, ocres o
naranjas, en conformaciones de apariencia caótica, las cuales
muestran, y sugieren, imágenes múltiples en la comprensión del
espectador. Es como un jardín florido, que funde sus formas para
quedar expuesto como conjunción difusa de colores, combinados en un
pulso de cambios permanentes, surgiendo las damas danzantes, como
ninfas que flotan en las esencias de las gamas tonales, tomado vida
propia al rebelarse de la mano del artista. Quieren escapar de su
realidad.
Javier Torras organiza en su obra un
efecto poliédrico, donde se observa un mundo reflejado, descompuesto
en las distintas parcelas de superficies supuestas. Propone este
pintor una realidad oculta tras la creída auténtica, resultado del
tránsito generado por la disolución del orden impuesto. Es un
trabajo pictórico de intensa fuerza contemplativa.
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