Indolente
al azote del tiempo resiste erguida aún la Torreta. Silenciosa
silueta que permanece solitaria rodeada de vacío, olvidada y
presente, ya no dice nada, es sólo un elemento más del paisaje de
Cantoria. En otros tiempos era figura orgullosa y altanera, hoy sus
piedras transmiten la fuerza de los bravos embates de las gestas
guerreras. Es invierno y el silbido del aire envuelve su figura. Como
una triste letanía relata continuamente las historias por ella
presenciada; se repiten una y otra vez, no tiene prisa, todo el
tiempo es suyo, está fuerte todavía y seguirá en los siglos,
aunque desmoronada ya aparezca como su hermana el Cerro Castillo. El
aire silba ¿o acaso es el grito dolido del guerrero agónico? suenan
metales que chocan entre sí ¿ es el aire o recuerdo del trasmundo?
El aire silba, silba y en su soledad será el único sonido que
inunde el paisaje.
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