miércoles, 11 de enero de 2017


EL BOSQUE MÍSTICO DE LA CATEDRAL DE GRANADA
 
INSPIRADOS EN LAS OBRAS DE FRAY LUIS DE LEÓN Y SAN JUAN DE LA CRUZ


 
ILUSTRACIONES DE MANUEL RUIZ RUIZ

TEXTO DE FRANCISCO BAUTISTA TOLEDO

 

 
 
 
 
 
I

Cuando contemplo el cielo
de innumerables luces adornado,
y miro hacia el suelo
de noche rodeado,
en sueño y en olvido sepultado,...”

Fray Luis de León, de la Oda VIII Noche serena
 
 


Es una fuerza que se desprende en su observación, tensión, anudamiento, explosión triunfal gozosa de libertad aérea, abierta a un cielo organizado, soportado por las sólidas columnas de la Fe, unión con la Tierra, energía vibrante que hace retumbar rítmicamente la estancia, llenándola de rumor presentido, de cánticos adheridos a sus paredes, reciedumbre que se transforma en clásica elegancia en su exterior.
La Catedral de Granada esconde en su interior porciones del Cosmos, glorificación arquitectónica de la vía sugerida por el constructor hacia la salvación. Diego de Siloé pensó en el esplendor de la gloria, representándolo de forma sobria, patente, muy bien captada por la mano de Manuel Ruiz, cuyos trazos poseen rotundidad, vuelo en su desarrollo y consolidación en su expresión, traduciendo certeramente el concepto del arquitecto. En esta ilustración se propone un recorrido hacia una experiencia mística, superando la rudeza de las piedras, ya domadas por el cincel. La impronta del sacrificio en el trabajo, del genio del diseñador sumado en éste, configuran un espacio impregnado de sensaciones espirituales, que extraen el ánimo de la fugacidad terrenal.
 
 
 
 
 
II


¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruido,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido; “


Fray Luis de León, de la Oda I Vida retirada

 


 
Silencio. Espacios sosegados que invitan a la contemplación, en un ambiente de resonancias rítmicas, expresión de un oasis de vida, en medio del páramo desolado de la vida. Espacio protector, en la penumbra de su arboleda pétrea, donde la diafanidad de la estancia crea un lugar para la reflexión, el alejamiento del mundanal ruido, el encuentro con la Trascendencia.
El artista traduce en sus dibujos el clima apacible de las naves de la Catedral, el peso de su sombra, la amplitud de su cobijo, la eternidad de los momentos fugaces, que se congelan nada más que son, quedando titineantes adheridos en la superficie de sus paredes, techos y suelos. El orden captado en su representación capta la repetición de los elementos, la eterna letanía que se encierra en sí misma, circulo visual que invita a la extinción de la percepción mundana, senda hacia el encuentro interior.
 

 
III
 
 

El aire del huerto orea
y ofrece mil olores al sentido;
los árboles menea
con un manso ruido
que del oro y del cetro pone olvido.”

Fray Luis de León, de la Oda I ,Vida retirada




Perdido en la soledad de la noche de la vida, en espera del Amado, en medio de la espesura el alma cofia con el encuentro fugaz, deslumbrante e inesperado. Es un bosque exuberante, de solidez pétrea para reflejar la eternidad, la inmutabilidad del tiempo, el resplandor de la figura del Amado, presente en toda su inmensidad, mas difícil encontrar, esquivo a la mirada, quedando sola el alma. Soledad agobiante, en la noche de la vida, buscando la senda hacia la Luz, del día glorioso cuando la realidad sea superada por el resplandor eterno.
Diego de Siloé transpuso el laberinto del Oasis tupido, espejo de la noche del Alma, preludio de la madrugada. Mientras el frío agobia e hiere, antes de la postración ante el triunfo luminoso. Creó un espacio donde el espíritu se anonada, pierde su importancia sometido a la grandiosidad del vacío interior, de la Catedral, que le confiere etereidad a las estancias, libertad y disponibilidad para ser llenado de la verdadera sabiduría.
Manuel Ruiz expresa con su lápiz un universo espeso, barroco, de columnas como troncos y vegetación geométrica congelada en las piedras. Pasillos silentes, de repetición estética concentrada en sí misma, peso en su estructura, resistencia al cambio, y amplitud aérea en su interior que invita al vuelo hacia las alturas. Representación profunda, de trazado recio, que exprime la imagen para extraer las esencias que el concepto del arquitecto encierra en la estructura.
  
 
 
IV
  
Oh bosques y espesuras,
plantadas por la mano del Amado!
¡Oh prado de verduras,
de flores esmaltado!
Decid si por vosotros ha pasado.
San Juan de la Cruz, Cántico espiritual. Canciones entre el alma y el Esposo
 
 
 
 
 
Tensión, peso, protección, son transmitidas al observar el dibujo. El techo con sus adornos entrecruzados nos induce una sensación de orden en la complejidad, de grafía simbólica que guarda el secreto de la Salvación. Impresiona la imagen, en caída y ascensión simultáneamente, pequeñez e insignificancia de la existencia ante la obra del Creador, y liberación ascendente de la persona, escape hacia terrenos inmateriales, ajenos a la contingencia del tiempo. El arquitecto esconde en cada rincón de la Catedral signos visibles, sólo presentes a los espíritus reflexivos, abandonados en su camino interior hacia la Luz. No diseña en balde Diego de Siloé, sino que escribe una crónica críptica donde relata el mensaje místico de la estructura del templo, construyendo sobre él otro invisible, eterno, entorno espiritual espejo de los tesoros del alma que allí contiene.
El pintor capta fielmente el canto cifrado en las piedras, recorriendo su lápiz los contornos para resaltar el alfabeto oculto y describirlo en la imagen dibujada. Es una imagen de efecto pulsante, por el vaivén presentido del techo, hacia la tierra y el cielo. La escritura simbólica de sus cenefas, y filigranas ornamentales, encierran el mensaje del arquitecto.
 
 


V

Amor casi de un vuelo me ha encumbrado
adonde no llegó ni el pensamiento;
mas toda esta grandeza de contento
me turba, y entristece este cuidado,

que temo que no venga derrocado
al suelo por faltarle fundamento;
que lo que en breve sube en alto asiento,
suele desfallecer apresurado.

mas luego me consuela y asegura
el ver que soy, señora ilustre, obra
de vuestra sola gracia, y que en vos fío:

porque conservaréis vuestra hechura,
mis faltas supliréis con vuestra sobra,
y vuestro bien hará durable el mío.


Fray Luis de León. Amor casi de un vuelo.
De Poemas del Alma



Es fría la noche, estrellada, cristalina, imponente. El peso del firmamento cubre, protege, y permanece fijo, en una armonía estelar, símbolo de la perfección, de la eternidad de la repetición infinita.
Diego de Siloé imprimió estas sensaciones en la superficie pétrea, en la organización de los espacios, enmarcando las bóvedas, en los detalles repetitivos que se suceden y cierran sin fin. El Universo inmutable, la perennidad de la Creación, es representada en la Catedral, códice del secreto salvador, libro escrito con elementos arquitectónicos, grabados, rincones perdidos, que potencian y sorprenden al visitante, anulando su entendimiento, sometiéndolo a un mar de sensaciones. Sólo Fe, iniciando un camino en el interior del Templo para descubrir la verdadera salida, la Luz de la Salvación. Es un diseño inteligente, críptico, de profunda sabiduría, donde están plasmados el Cielo y la Tierra, imagen especular. Pero es una imagen engañosa pues la perfección celeste se refleja en la realidad terrestre presa de la temporalidad permanente. Cambio e inmutabilidad, transito de los fieles y perpetuidad de la piedra.
Es hábil el artista al captar estas ideas y trazarlas en su cuaderno, surgiendo un dibujo que encierra los secretos de la Catedral, del bosque místico representado en ella, pues desarrolla sus detalles en una lectura visual, trascendiendo la mera reproducción para expresar el misterio encerrado en sus paredes, pasillos y columnas.
 

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