EL SUSURRO Y LA PASIÓN
Suple el color la voz, traduciendo sus
inflexiones, quejíos, ritmo fluctuante, pasión y fuerza en sus
notas cromáticas. E incluso sintetiza el compás del canto y danza
en su declinación de tonalidades varias. Esta es la propuesta de
Ignacio Tovar, que apuesta por una expresión abstracta como lenguaje
primigenio del arte flamenco, trasladando su esencia a sus trazos
impresos en el lienzo. Son trazos intensos, profundos, cuando lo
requiere la nota musical o el gesto de la danza, y suaves, anhelantes
y parsimoniosos, al ser convertida en una entonación susurrante.
Consigue el pintor relatar el cuerpo
contenido en el cante jondo en cada una de sus composiciones,
desarrollado como líneas sinuosas, que recorren, surgidas del vacío
en la penumbra que busca la intimidad, la superficie del cuadro,
para perderse tras sus curvaturas azarosas en el infinito de la
memoria, marcando en su estela la proximidad del volumen de la voz,
que quiere representarse suave, entonado al oído, cantando bajito,
como dice el autor.
Predominan los tonos azulados,
violáceos y verdes, en cada una de sus obras, siendo los destellos
grávidos quienes marcan la acción del cante, más aún, el
sentimiento roto por la pasión azarosa, que se disuelve en la voz y
el baile, dejándose llevar por el trayecto caprichoso, preso del
ritmo, impulso del alma. Ignacio Tovar lo describe así en sus campos
de color, de topografía accidentada por colinas, que reflejan la
corriente provocada por el estremecimiento del arte transcrito en
cada pieza. El artista se reitera en la abstracción, como lenguaje
auténtico del interior del alma humana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario