miércoles, 13 de abril de 2022

DESPUÉS DE LA ÚLTIMA CENA DE CRISTO EN GETSEMANÍ, DE NICOLAI GE

 



BAJO LA GÉLIDA LUZ DE LA LUNA

Nikolai Nikolaevich Ge, 1831-1894, fue un pintor ruso cuya obra tuvo gran resonancia entre sus contemporáneos. Su producción fue extensa, siendo alabada y criticada por igual, tornando de opinión los criterios sobre su estimación o rechazo. Este artista trabajó amplitud de temas, abarcando retratos, pintura religiosa, paisajismo y relatos históricos. Su actividad artística supone una transición entre el academicismo de inicios del XIX hacia novedosas concepciones del arte plástico. Es considerado uno de los primeros simbolistas, aunque trabajó distintos estilos, siendo pionero en experimentos estéticos.
Sus retratos poseen una mezcla de realismo y veracidad psicológica, expresada en el gesto y mirada de sus personajes. Los presenta con naturalidad, sin grandes expresiones fuera de lo cotidiano, sino tal y como son. En el paisajismo olvida la representación de fidelidad realista para adentrarse en el juego del color, en el poder del recuerdo sensitivo plasmado como impresión cromática, expuesto como lenguaje que describe la emoción de la rememoración suscitada. Una de sus obras, “Mármoles de Carrara”, supone un adelanto en la representación del paisaje desarrollado en la nueva figuración del siglo XX.


Pero es en su obra de temas religiosos en las que más destaca este pintor. Existen piezas suyas donde se restringe a una figuración clásica, estilizada, muy asentada en las postrimerías del dieciocho, mas en algunas juega con la luz, con su resplandor intenso, signo de Divinidad, resplandor cegador que impide ver la grandeza del Paraíso prometido, la fuerza de la Palabra, así lo representa en “ María, hermana de Lázaro, se encuentra con Jesús que va a su casa” obra donde es el fondo el protagonista, y quien va dictando los tiempos de su contemplación. En éste se resume toda la obra, pues es un pozo de sensaciones.


En “Conciencia de Judas” supera los estilos y formas de su tiempo, jugando con los claroscuros que tanto trabajó en sus composiciones, logrando el efecto de abandono, desesperación, fría soledad ante el abismo, mientras en el camino se alejaba el grupo elegido tras la luz. Judas permanece parado, bajo la gélida luminosidad de la Luna. Intesos claroscuros, grises helados, luz lejana prometedora de calidez, constituyen un conjunto de elementos que organizan un cuadro de gran desasosiego en la mirada.


Pero hay una pieza de poderosa atracción, por lo descarnado
de la imagen, pese a la sencillez representada. En “Después de la Última Cena de Cristo en Getsemaní” aparece la soledad más absoluta, la oscuridad como horizonte, el abandono de los acompañantes, que miran hacia otro lado, de Jesús, iluminado por una helada Luna, en el silencio rotundo de la oscura noche que se niega a desvelar el horizonte. Es una sensación de abismo espiritual, acompañado Jesucristo de figuras espectrales, puesta están allí como cuerpos evanescentes que habitan en otras preocupaciones. La soledad, el dolor presentido, el misterio, se resumen en su contemplación.
Estas piezas, más algunas otras, constituyen creaciones de gran calidad plástica.
















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