BAJO LA GÉLIDA
LUZ DE LA LUNA
Nikolai
Nikolaevich Ge, 1831-1894, fue un pintor ruso cuya obra tuvo gran
resonancia entre sus contemporáneos. Su producción fue extensa,
siendo alabada y criticada por igual, tornando de opinión los
criterios sobre su estimación o rechazo. Este artista trabajó
amplitud de temas, abarcando retratos, pintura religiosa, paisajismo
y relatos históricos. Su actividad artística supone una transición
entre el academicismo de inicios del XIX hacia novedosas concepciones
del arte plástico. Es considerado uno de los primeros simbolistas,
aunque trabajó distintos estilos, siendo pionero en experimentos
estéticos.
Sus retratos
poseen una mezcla de realismo y veracidad psicológica, expresada en
el gesto y mirada de sus personajes. Los presenta con naturalidad,
sin grandes expresiones fuera de lo cotidiano, sino tal y como son.
En el paisajismo olvida la representación de fidelidad realista para
adentrarse en el juego del color, en el poder del recuerdo sensitivo
plasmado como impresión cromática, expuesto como lenguaje que
describe la emoción de la rememoración suscitada. Una de sus obras,
“Mármoles de Carrara”, supone un adelanto en la representación
del paisaje desarrollado en la nueva figuración del siglo XX.
Pero
es en su obra de temas religiosos en las
que más destaca este pintor. Existen
piezas suyas donde se restringe
a una figuración clásica, estilizada, muy asentada en las
postrimerías del dieciocho, mas en algunas juega con la luz, con su
resplandor intenso, signo de Divinidad,
resplandor cegador que impide ver la grandeza del Paraíso prometido,
la fuerza de la Palabra, así lo representa
en “ María, hermana de Lázaro, se encuentra
con Jesús que va a su casa” obra donde es el fondo el
protagonista, y quien va dictando los tiempos de su contemplación.
En éste se resume toda la obra, pues es un pozo de sensaciones.
En
“Conciencia de Judas” supera los estilos y formas de su tiempo,
jugando con los claroscuros que tanto trabajó en sus composiciones,
logrando el efecto de abandono, desesperación, fría soledad ante el
abismo, mientras
en el camino se alejaba el grupo elegido tras la luz. Judas permanece
parado, bajo la gélida luminosidad de la Luna. Intesos claroscuros,
grises helados, luz lejana prometedora
de calidez, constituyen un conjunto de elementos que organizan un
cuadro de gran desasosiego en la mirada.
Estas
piezas, más algunas otras, constituyen
creaciones de gran calidad plástica.
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