domingo, 28 de mayo de 2017

COHEN, GRANADA Y SU VALS


COHEN SALIÓ DE LA GALERÍA

Vals cadencioso, largo, susurrante, dolorido, apasionado, íntimo, palabras que explotan en su comprensión, poesía cantada. El recuerdo de Cohen queda patente a través de esta melodía, sobre la cual cabalgan los juegos de palabra lorquianos. Cohen y Lorca, Cohen y Granada, Cohen y poesía, ritmo sedoso, oscuro, resguardado de la galería de escarcha, lugar doloroso donde se desarrolla la existencia. Pero Cohen no está triste, es poesía pura, cantada y penetrante, seductora forma de incorporar, en el desenlace del plano ondulado de los sentidos, la pasión, el pulso de las horas añorantes, en la penumbra, cuando se suspira por la persona amada. Leonard Cohen se ha ido, pero nos deja su vals, su amistad con Morente, su conexión con Federico. Sigue su palabra flotando a través de sus canciones, todas conectadas por el tronco común de una voz seca, recia, que se abre para ser escuchada como brisa suave, tranquila, sólo dispuesta para ser degustada con lentitud, parsimonia, estrofa de vibración etérea, musicalidad portada en la letra, reforzada por la tonalidad del poeta cantante, Cohen en estado puro, lírica musical de profundo sabor lorquiano. Apacible transcurrir de la palabra, expresión rítmica, que trasciende el anclaje de los momentos, para liberar el pensamiento hacia espacios de encuentros luminosos, en estancias acogedoras, solitarias, pasadas por la nostalgia. Cohen y poesía, sugerente y eterno. Sus canciones son como cuadros de tonos oscuros, veteados de claridades cuan chispazos que rompen la monotonía de la escena. Manchas cromáticas equilibradas que crean una composición melancólica, tremendamente llena de vida pasional.

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