viernes, 7 de enero de 2011

EL MAR EN INVIERNO

En este atardecer frente a las olas bravías de un mar solitario, siento la fuerza de la trscendencia del momento. En la soledad del ocaso de un día invernal intento fundirme en la realidad, mar y aire, fuerza conjunta convergente que lucha contra la materia sólida en un eterno combate, pulso infinito, latido vital del planeta.

El sol comienza su inmersión en el reino neptuniano; ya la luna a mis espaldas, plata fría de sabiduría oculta, avisa a su compañero ¡ pronto será tu fin ! el sol indolente, fatalista ante su destino, acepta mudo, enmascarado entre tenues nubes en cuya faz se produce un baile de colores, danzan ritual que termina como ascua en su último instante de ignición.

El aire toma fuerza, las olas ,sus aliadas, baten con vigor creciente las rocas, que como valladar se oponen al ímpetu del choque. Chillonas, se retiran rotas, pero...ilusión, el mar nunca cesa en el empeño, siempre está ahí.

Sus espumas se desvanecen entre las rocas, su blanco impoluto da paso a un caldo lleno de vida, agua que transcurre, que salta y penetra.

Los tonos grisáceos toman intensidad sobre las aguas, el azul de las horas esplendorosas se transfigura en plomizo color que refulgirá cuando la noche, titán invernal, tome asiento. Mientras algunas ráfagas doradas, como si se vertiera el contenido aúreo a modo de sangre osiriana, se deslizan por la encrespada superficie marina.

Movimiento en lo eterno, esto es la vida, transformación y permanencia, por eso al intentar fundirme en este crepúsculo frío, reino de las ausencias, envuelto en el denso aroma salitroso, buceando en la tempestuosa atmósfera, agua coronada de penachos argénticos fiera a mis pies, busco arrancar la energía vital del momento, excitar mis sentidos, avisándome que estoy aquí, alejado de las quimeras intelectuales que nos construimos, realidades fantásticas en fin.

Cerca mía reposa una barca en otros tiempos aventurera, desafiante del rey Océano en sus osadas incursiones arrebatadoras de riquezas vivientes; ahora estática, abandonada a las inclemencias, observa a su benefactor, también causa de su fin. El mar para ella es todo, vida y final, por él nació, en él acabarán sus hazañas que a golpe de repetirse son rutina.

Mientras, la mar sigue en su labor imposible, ajena a todo, sólo concentrada en ella misma. Ya es de noche, siento como la humendad, espíritus de las aguas, penetran en la orilla. Allí ondinas y silfos se reunirán con Ate y sus lemures.

La noche invernal sienta su imperio.

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