domingo, 30 de enero de 2011

PRIMAVERA A CERO

Luz clara y cristalina, frío intenso sobre el espacio transparente, limpio del blanco navegante. Es enero y el helor seco, tiempo tacaño en lluvias, convierte esta época en diferente a la esperada. Un sol de rayos hirientes y cegadores se desliza sobre el ámbito de su dominio. Tanta luz sin nubes crea un paisaje atípico, casi primaveral, pero marchito y gélido; es como dice Eliot una primavera en invierno, una primavera a cero. Leve brisa ,densa e hiriente, helada y brillante, transforma el espacio en hielo sólido.

Los olivos al agitarse presa del abrazo de Eolo, reverberan sus verdes maduros, están preñados, cargados de semillas que pronto darán su sangre viscosa, líquido de tradiciones antiguas, savia mística de nuestra cultura. Juntos a ellos hay árboles huesudos y descarnados, almendros tiritantes, encogidos y flacuchos; su aspecto sin embargo es traicionero, pues si las inclemencias le dan favores el campo engalanarán. No ocurre lo mismo con otros árboles, deshojados y desnudos , cuyo triunfo será cuando el tiempo dicte alegría.

Superficies yermas, otras labradas, unas con hierbas, algunas terrosas, eras esparcidas en otro tiempo útiles, hoy recuerdo si no estorbo, nada valen cuando antes eran apreciadas. Carretera empinada, serpenteante y perdida en lo más alto, que lleva hacia zonas despejadas y pedregosas, soportadoras de la acción terrible del aire polar. Tras el caminante el pueblo al fondo , humo en las chimeneas, columnas grises delatoras del cobijo de sus moradores. Brisa fría y cortante, sol crepuscular sobre el recortado horizonte, sombra alargada a mis pies, este es el instante que intento plasmar, bajo una cascada luminosa, ducha helada de soplo invernal, primavera a cero.

Y dijo Jünger, " Ser espectador es uno de los viejos grandes deseos del hombre : situarse al otro lado de la acción para disfrutar de la totalidad del cuadro.”

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