domingo, 8 de mayo de 2011

CABO DE GATA VII


Una carretera bordea la costa, se dirige al Cabo de Gata, al poblado donde están ubicadas las salinas, lugar detenido en el tiempo, con su iglesia, símbolo y testigo de otra época, de penalidades y carencias, cuando los hombres vivían de acuerdo con su entorno, respetándolo y sin agredirlo. Rectilínea hacia su fin, el Cabo, punto de encuentro que dirige todo a su vera.
Descarnados sus lados, retorcidos por la fuerza de los elementos muestran la bravura del entorno, pureza a punto de fenecer por la impronta de la Historia, que todo arrasa mediante el elemento humano. Este espacio libre, de claridades rotundas, permite sentir el pálpito de la Tierra, llevando a los que en él están a internarse en su universo, distinto a nuestro devenir cotidiano, preso de la atemporalidad y del ritmo candencioso, inundado de haces radiantes múltiples que se abren camino en el campo de apariencia estéril.

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