Juan Méjica en la Sala de exposiciones Gran Capitán. (En colaboración con la Fundación Méjica) Hasta el 9 de octubre de 2011.
Una espesa carga se abate sobre la mirada al penetrar en la Sala, presionando los colores hasta casi asfixiar el entendimiento, en un paisaje cromático pesado, nublado y duro. La rigidez de las líneas acentúa el efecto anterior, abatiendo al espectador.
Tras la primera impresión surgen las piezas cuyos trazos simulan ojos, múltiples, danzantes, acerados y en hervor condensado, que generan un ruido íntimo simulado, introduciendo al visitante en un estado de inquietud, roto el raciocinio, esperando la trasformación mágica.
Méjica explora la raíz del arte peninsular para exponerlo con técnicas clásicas de las vanguardias del siglo xx. Sus cuadros, en cuanto a técnica, no dicen nada nuevo, no innovan, pero sí poseen una composición inteligente por la estructuración del lenguaje pictórico, pues el autor recompone ese estilo para expresar el mundo mágico, que subyace tras la representación esquemática de las fuerzas telúricas. Este pintor utiliza con soltura y oficio el trazo en el lienzo, reproduciendo la imagen que rompe la lógica y se sumerge en la Naturaleza. Coloca con precisión cada línea, el punto en la topografía del cuadro, componiendo un conjunto que proyecta la energía natural que nos envuelve. En otras piezas, más formales en la tradición, la rotundidad violenta del color impone su presencia, creando desasosiego en el espectador, trasmitiendo frío, humedad, niebla, inclemencias del paisaje. Opino que este conjunto posee menos interés. Sin embargo las esculturas de Méjica son de superior factura, condensan la fuerza del entorno y la trasmite al espectador, subliman la forma y se esfuman en el intelecto, para reaparecer poderosas como solidificación de los genios de la Historia. En ellas se aúnan sensualidad y energía, poder y abrigo, atraen al contemplarlas. Llenan el espacio todo de materia invisible, absorbiendo al visitante en el contorno de la obra, como si parte de ella fuera.
La exposición de Méjica no deja indiferente al visitarla, cada cual llegará a una conclusión propia.
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