miércoles, 7 de septiembre de 2011

REGRESO A TIERRA BALDÍA: TIEMPO DE POETAS I

AÑO NUEVO Y MÁS EXPOSICIONES: ESTAMOS EN TIERRA BALDÍA

Ciudad irreal
bajo la niebla parda de un mediodía de invierno
De T.S. Eliot . La Tierra baldía

En los meses de diciembre y enero son muchas las galerías que exponen obras de pintores de variadas tendencias plásticas. Es muy desigual la temática abordada, los estilos mostrados, la calidad y validez artística de muchos de ellos.
Existen Galerías, o Salas de Exposiciones, cuya función es abrir espacios nuevos de expresión a formas pictóricas difíciles de comprender por el público, generalmente son instituciones sin ánimo de lucro; en bastantes ocasiones el vale todo no justifica la obra expuesta, o es más de lo mismo o se muestran composiciones de mal gusto y pésima calidad.
Otras salas consiguen mostrar obras de lectura agradable, denotando aspectos interesantes que resaltar, son las menos.
Las demás se contentan con presentar exposiciones colectivas de aquellos artistas que durante el año tuvieron allí sus creaciones. Se mueven dentro de su línea regular, encauzada en estilos clásicos y tradicionales, que tanto gustan últimamente en Granada. El nervio compositivo que rasgaba el horizonte pictórico imperante parece haberse debilitado en los últimos tiempos, ya los pintores asiduos de otros años no aparecen ni apenas exponen. Hay pobreza de ideas innovadoras, aunque existen creaciones y artistas que superan la realidad sea cual sea el estilo abordado, sólo la maestría y sinceridad compositiva los acredita, son los menos.
En la Sala B, del Palacio de los Condes de Gabia, Miguel Ángel Melgares presenta su trabajo con el título de Rojo, Rama y Laberinto (+Bata), aunque utiliza técnicas y conceptos de los sesenta y setenta, muestra una composición seria, sobria y de expresión correcta, consigue transmitir el agobio y desorientación que se siente cuando la nada es la realidad imperante, la angustia es palpada en la inmensa sala, donde la visión del vídeo y los ramajes esparcidos por doquier potencian la idea transmitida, frío y soledad, perdida y
pavor. Es aceptable como representación audiovisual, pero ha emprendido un camino ya hollado y repetido, lo hace bien pero no es original, aunque puede superarse.
En la galería Sandunga expone Simón Zabell, su obra constituye la cara opuesta a las anteriores, está muy bien trabajada, es original y expresa motivos novedosos que abren perspectivas más ricas. Juega con el espacio, creando universos nuevos dentro del entorno reducido de la Sala, domina la técnica de dicción plástica y genera expectación a quien la contempla.
En la Sala San Antón de Caja de Granada, es digno de mencionar los óleos de López Vázquez. De perfecta factura estética. El autor con clase y maestría resuelve los impedimentos que el lienzo impone, y expone impresa la idea que atrapa su mirada. Juega en cada composición con el agua. Agua tranquila, agua que transcurre, agua que brota. Ella es la protagonista, la que dirige todas sus elaboraciones. Es pintada, traspasado su espíritu al cuadro y liberada de las ataduras del mundo real.
Y del agua surgió la vida, tiempo, placidez, energía otras veces y… vida, sobre todo vida, es lo que recorre en cada uno de sus cuadros. Dentro de su técnica tremendamente tradicional, gracias a su madurez pictórica y mirada singular, rompe la mirada hasta configurar la esencia del color y dilución de contornos que la Naturaleza secreta encierra, yendo más allá de su estilo inicial oteando nuevos campos de trabajo plásticos. Excelente exposición.
Por último quiero comentar la obra de William Wegman en el Centro José Guerrero. Es un clásico del siglo XX, y no por ello puede llegar a no decir nada en sus composiciones e incluso aburrir. Al comienzo de esta exposición denota en las piezas colgadas buen hacer y oficio artístico, pero tras esta vana ilusión todo se desvanece, ofreciendo una estética decadente de hace cuarenta años en América, cuyos epígonos en Granada la superan en bastantes ocasiones.
Sube uno a las salas superiores y se encuentra con los "perritos", muy bien como trabajo de doma, como exploración artística y divertimento, no escandaliza ni causa asombro, tampoco enseña novedad alguna, posee equilibrio en cada pieza creada, buen fondo de color y agradable combinación cromática, construyendo un entorno apacible… Más de lo mismo en su obra, se
repite y repite. Siempre es él, parece decirnos. Para qué seguir comentando.
Y esto es todo, señores.


PARAISOS PERDIDOS
Manuela Arias en la Galería Jesús Puerto. Febrero

"Un poco antes de la aurora y las cuchillas del día, cuando el rocío del mar enluce los mármoles y los bronces, y el ladrido lejano de los campos hace desojarse a las rosas en la ciudad, yo te vi, velabas, y fingí el sueño "

De Estrechos son los bajeles, de Saint-John Perse

Tarde tediosa y fría de invierno, envuelta en el halo oscuro de la noche. Voy a visitar la galería Jesús Puerto, creo que voy a ver más de lo mismo... y la primera impresión es de sorpresa, me gusta sobremanera lo que hay expuesto.
Como alegre soplo de aire fresco inunda mis sentidos el espeso bosque de vibraciones, que se desprenden de cada una de las piezas que allí se muestran. Corrientes sinuosas, acariciantes y sedosas, envueltas en murmullos que vencen al silencio sereno que recorre cada una de las composiciones. Aunque aparecen contrapuntos inquietantes, producto de momentos de tensa pasión descargada por su autora, al querer comprender qué hay detrás de la realidad.
Manuela Arias nos muestra paisajes etéreos arropados por una bruma que oculta las maravillas que la realidad oculta, convirtiendo al espectador en cómplice para adentrarse en esos espacios y desvelar el rastro del Amado. Le percibe, intuye, y siempre la bruma del misterio abriga su deleitosa faz, belleza perfecta, éxtasis que detiene el pensamiento en su contemplación. Pero Él, permanece esquivo a la mirada, mas su estancia llena de esplendor el espacio iluminado por su presencia. En la nada deposita su Amor, pareciendo o siendo presentido como exuberante follaje henchido de vida. Es oportuno citar aquello que escribí en La mística del Amor:

"Entre la bruma del alba, liberado de la oscura noche de la existencia, donde los fantasmas de la soledad y angustia de la tosca realidad han intentado herir con sus garras ensangrentadas en la desesperanza, cansado y aterido por la escarcha está el Amante esperando la llamada de su Amada, que como los primeros rayos del sol deslumbrarán su mirada..."
Y hete aquí que nos regala pequeños caprichos, perlas depositadas para que comprendamos su esencia, pequeñas florecillas, realizadas con un mimo y delicadeza suma que comunica esperanza, de una realidad más perfecta, belleza sin par que como una melodía embriaga los sentidos, sencilla sintonía que detiene la mirada, esto es lo que parece decirnos cada flor que la pintora compone.
La exposición de Manuela Arias es un deleite para los sentidos, sí sentidos, sensaciones, éxtasis... todas estas palabras son necesarias para explicar y comprender la obra última de esta artista. En ésta el color ha evolucionado hacia formas más ricas y suaves, imperando una fuerte elegancia en el entramado cromático que configura en cada uno de sus cuadros. La obra de Manuela Arias posee una calidad exquisita, donde años de trabajo y estudio aparecen en cada trazo que su mano ha recorrido en el lienzo, sublimando el tema y liberándolo de elementos innecesarios, apareciendo sólo los rasgos fundamentales que definen la idea que mueve la fuerza que genera sus piezas. Ha descendido al reino del sufrimiento para elevarse en un festival de fuegos de artificio que se pierden en las alturas de la plástica.
Llevo años siguiendo la obra de esta artista, y la verdad, su trabajo último me ha gustado mucho.

LA FRONTERA AZUL
Jesús Conde, Justo Girón , C.S Leyva y Carlos Morago en Galería Ceferino Navarro

El viaje nos hace soñar...
Estilos varios y una aspiración común aúnan a cuatro pintores. Desde objetivos distintos recorren la misma senda del ensueño fantástico para encontrarse en el horizonte de la transrealidad, espacio onírico donde el pintor encuentra el medio de expresar la opresión que siente en un universo aplastado por la rutina, caos y fealdad. En los nuevos espacios expresados descubren una nueva forma de mirar todo cuanto nos rodea, soñando con mundos fabulosos, sólo narrado en los cuentos, donde el ser humano encuentra su plenitud y desarrolla todas sus potencialidades, refugio para el que busca sosiego para el espíritu. La huella del tiempo que fluye, arrastrando al abismo del fin del mundo a todo ser viviente es el protagonista.
Lo hacen expresando las huellas de culturas perdidas, también mediante el entorno cambiante o la belleza efímera de la flor heroica que canta alegre desafiante de su fútil existencia, incluso a través del misterio de jardines y bosques. Todo es válido para narrar la terrible huella que la garra de las horas danzantes depositan en todos nosotros.
El viaje es el vehículo utilizado por Jesús Conde para penetrar en el país oculto que anida tras la apariencia real, viaje hacia zonas exóticas y distintas, descarnadas y desnudas, presas de la luz solar, donde el yo y el objeto pintado entablan un diálogo íntimo, concentrando la mirada y extrayéndola de estado tangible de la materia, sintiendo las vivencias que el rastro de los que allí habitaron han impregnado, sus alegres momentos de gozo y pasión, tristezas profundas, desgarradoras, momentos de pavor o estados de sublime belleza. Como sabor agridulce se empapa el espectador ante cada uno de los cuadros que este pintor muestra, cubiertos por un velo de apacible melancolía.
Justo Girón elige la opción del viaje estático, donde el paso del tiempo va marcando la imagen en cada uno de sus cuadros, inmersos en escenas oníricas, donde el poder devorador de cronos hace patente su presencia. C.S. Leyva narra la historia cotidiana de las cosas mediante la impronta descarnada que el transcurrir produce, silencio apacible que encierra la suave ponzoña del ocaso final; de todas formas todo es vano, parece decirnos, y a pesar de todo la belleza persiste.
Carlos Morago explora con su mirada las huellas que el paso del halo glorioso deposita en la naturaleza, sí glorioso porque de su contacto explota la vida, éxtasis efímero que nos hace intuir que es posible vencer la contingencia. Del contraste que genera este planteamiento surge la angustia del reloj que transcurre.
Los cuatro pintores parten de una propuesta plástica asentada en la representación real de la imagen, donde un preciso dibujo es henchido de fuerza y volumen por las combinaciones cromáticas que le dan vida. Colores cálidos y elegantes de Jesús Conde, que atrapan la luz y nos hace beber del misterio, las frías tonalidades de Justo Girón, que con un terrible cinetismo nos muestra la destrucción que la técnica produce en la mirada poética, el triste colorido decadente de C.S. Leyva, resplandor de lozanías ajadas, y la mirada limpia de Carlos Morago, que con aparente ingenuidad atisba los recovecos que la visión de lo llamado real nos depara, escrutando la existencia de los genios que habitan en los pliegues de lo cotidiano, esplendor contenido y convertido en ilusión pasajera, siendo su heredera la melancolía.
Excelente exposición, que nos muestra una forma original de entender la pintura, sincera y realizada con maestría.

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