Relata Juan Perucho en su libro “ Las aventuras del caballero Kosmas “ que S. Isidoro en el viaje que realizó desde Cartagena a Sevilla, al atravesar las tierras de lo que ahora es Tabernas, vislumbró la enigmática ciudad de Indala. Ésta, ciudad invisible, se hacía presente a la mirada bajo ciertas circunstancias, permaneciendo etérea en el trasmundo cegador del espejismo lumínico, que baña esta parte de la tierra almeriense.
En Indala se hallaba la fuente de la eterna juventud, Grial natural que curaba todas las heridas. Su entorno estaba sometido al terror de arpías, górgonas y grifos. Monstruos que custodiaban el paraje mágico. En Indala estaban sepultados los restos de San Indalecio.
Indala, Indalecio, Dedo de Dios, ciudad elegida, visible sólo ante los espíritus escogidos.
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