viernes, 22 de julio de 2011

MANUEL SÁEZ O LA ESPONTANEIDAD EN EL ARTE. M. Sáez en las calles de Granada.

 ( HOMENAJE A LOS PINTORES SENCILLOS QUE EXPONEN SU OBRA EN LA CALLE)
        

Saber pintar puede que no sea muy difícil, pero expresar con los pinceles la magia del instante, la emoción que arrebata la mirada  cuando una imagen ilumina el pensamiento, no es dado a cualquiera, por mucha técnica haya aprendido. No es necesario estudiar en escuela alguna, sólo es posible cuando la fuerza de la comprensión sensible del entorno nace con el pintor.  Muchas veces éste desconoce por qué realiza sus obras, pero una fuerza interior empuja la mano para transplantar la imagen en el lienzo o papel. Describe las radiaciones que nos rodean, el misterio que la imagen encierra, las horas reveladas por la luz cadenciosa que envuelve el paisaje.

Es otoño, sábado por la mañana, hace frío, el paseante por el centro de Granada disfruta de su luz, espesa, empapada de azul, ocultadora de la ciudad invisible que convive con ella. Ruido, espectáculos callejeros, devenir confuso, tiendas, cafeterías, asuntos diversos que mueven las voluntades de los transeúntes. En un lugar de la Acera del Darro está Manuel Sáez, pintor modesto. Muestra sus acuarelas y oleos, me gustan más las acuarelas, pues transcriben mejor y con sensibilidad  el instante en el que se adivina el transito entre  la ciudad visible e irreal, contenida en la percepción poética del artista. No hace falta desarrollar teorías plásticas complicadas, ni presentar la obra en galerías que son, en realidad, la mayoría tiendas de cuadros, tampoco provocación alguna, y mucho menos materiales distintos a lo que es tradicional en el arte pictórico. Existen muchos que se llaman pintores que viven de un discurso sin conclusión comparable.

Manuel Sáez es un pintor aficionado, roza los ochenta años y es albañil jubilado. Nunca ha expuesto en galerías, sólo unan vez lo hizo en Málaga, en la Plaza José Antonio, con otros pintores. En sus ratos libres comenzó a pintar, se lo pedía su ser, el desasosiego que invadía el vacío de las horas ociosas, que algunos de sus compañeros rellenaban con tiempo de bar. Él, como su padre también hacía, expresaba sus ansiedades de comunicar el temblor creador que arrebataba su entendimiento, pintaba, creaba, no buscaba fama sino por lo menos que le salieran gratis con la venta de sus cuadros los materiales, para permitirle seguir pintando.

La obra de Manuel Sáez es fresca, atractiva y sencilla, pero contiene la gracia creadora, el momento especial que  rompe la monotonía de la mirada. Sabe pintar, distribuye con armonía los colores, donde el azul de granada, el blanco encalado y el “calor” de su luz se confunden entre sí para originar piezas de bella factura, que por su ingenuidad seducen. Creo que tenemos un buen pintor, expresión natural del arte, que nos explica la ciudad con sus acuarelas, transmitiéndonos toda aquella información sensorial que la escritura no puede.  Merece Manuel Sáez un reconocimiento del arte que atesora.

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