SE RESCATAN EN ESTA SERIE AQUELLAS EXPOSICIONES DE LAS CUALES HICE CRÍTICA, APARECIENDO EN LOS DIARIOS CRÓNICA DE GRANADA, MAGAZINE DE ARTE DADÁ, LA PROVINCIA DE GRANAD E IDEAL. RECOGEN LAS EXPOSICIONES CELEBRADAS EN GRANADA DESDE 1995 HASTA 1998. MUESTRA CÓMO ERA EL ARTE AL FINAL DEL SIGLO XX EN NUESTRA CIUDAD.
Existía una gran ebullición cultural, sobre todo en el mundo plástico, donde se experimentaba, y daba oportunidades de expresión pictórica en las numerosas galerias existenyes y que ahora están cerradas, casi todas. Galerías como Dadá, Arte Director, El Buen gobierno, Laberinto, Xauen, Elvira, Ascensión Morillas, Plaza d ela Marina La General, Trinunfo La General, Contemporánea, Jesús Puerto llegaron a coexistir, y todavía persisten Ceferino Navarro, Cartel y Sandunga. Los viernes solía ser el día de las presentaciones, siendo estas Salas lugar de encuentro, intercambio y creación de proyectos. Era frecuente ver a los artistas pasearse por estos espacios, tan difícil hoy. Moscoso, Bazam, Xaverio, Pedro Jiménez, Pepe del Ojo, Gerardo Rosales, Mari Tere Martín Vivaldi, María José de Córdoba, Pilar Marín, Amesa, Pepe Carmona, Padial, Pepe Martín, Juan Vida, Lagares, ... tantos que me perdería en los renglones.
TRAS LAS HUELLAS DE PROMETEO
Primavera 1995. Galería Dadá.
Lo difícil en arte es ser original. La búsqueda de nuevas formas de expresión parece imposible, están vedadas a los mortales. Sólo queda el camino de la reelaboración, persiguiendo nuevos contrastes que den marchamo de originalidad a la obra.
No es criticable esto sino loable y merecedor de toda admiración. La perfección exige recorrer una senda infinita en pos del ideal, la belleza pura aparece como recompensa inaprensible, está ahí, pero nunca es satisfecho su dominio.
Frente a este arte evocador, existen otros artistas que buscan nuevas vías, conscientes de su dificultad. Han optado por la vía revulsiva, exploradora de los arcanos que encierra la intimidad humana, así como su entorno.
Estos seres prometeicos asaltan el Olimpo intentando hacerse con el botín más preciado: el sentido de la existencia, la luz que ayude avanzar por caminos transgresores, pero que encierran en sí el nuevo concepto de la belleza.
Y Amesa, María Antonia Mesa ( Guadix, 1951), es una de ellos. Exploradora del mundo íntimo, recorre en sus obras un intrincado sendero en busca de la luz. Deambula, imagina, siempre tras la huella de su " amado ", de aquello con cuyo contacto sentir la plenitud de la existencia.
Para ello escruta símbolos y sueños, dejando en esta peregrinación a través de la oscuridad, pistas, mensajes y claves para quienes osen seguirla. Al final del trayecto percibe la luz, alegría embriagadora del espíritu, describiendo un mundo onírico, intemporal y estático, donde sólo importa la atmósfera aérea que lo envuelve todo; es su oro alquímico.
Aunque nos dice, que su conquista no es plena, lo vislumbra, y tímidamente se atreve a pasar de lleno a él.
La obra de Amesa está marcada por la geometría, por los colores telúricos que sustituyen a las formas, y la fuerza descargada en sus trazos, huellas de la batalla librada contra la cotidianeidad para traspasar sus fronteras.
En la Galería de Arte Dadá podremos descubrir lo último en pintura, a través de la obra singular de Amesa.
LAS ACUARELAS DE J.CARMONA
José Carmona en la Galería Elvira. Mayo de 1995
Contemplar las acuarelas de J.Carmona es ser inundados por el torrente colorista contenido en ellas, consiguiendo producir un estado de ánimo en el espectador, sereno y empapado de belleza. La comunión con las imágenes recreadas en su obra es fácil, sólo hay que desearla.
En ‚éstas la luz lo invade todo, como potentes superficies emanadoras de claridades sólidas aparecen los cuadros de este pintor; plenos de vigor cromático, portadores de alegría. Una corriente vital recorre toda la obra, mostrando rotundos los paisajes y edificios pintados.
Con técnica depurada y trazos sutiles, J.Carmona va recorriendo en sus acuarelas una serie de imágenes evocadoras de sentimientos líricos, románticos a veces, reflexivos otras. Dejando en el poso del recuerdo una sensación de quietud y armonía íntima, que integran al espectador en la imagen evocada. Posee la cualidad de saber plasmar aquello que nos dice algo. La sensibilidad de su mirada capta la belleza circundante, aunque sea lo más humilde y cotidiano. Todas sus composiciones están presididas por la luz cegadora que impresiona la memoria; tal es su fuerza, que la realidad parece desvanecerse para dar cabida a un mundo cristalino, a punto de cruzar los umbrales de la irrealidad. A veces el exceso transforma la esencia.
Las acuarelas que nos muestra en la Galería de Arte Elvira constituyen un cántico al mundo que nos rodea, especialmente de aquellos lugares testigos de una época ajena al ritmo trepidante que soportamos.
CUANDO LA REALIDAD ES CAPTADA
Hángel. Galería Elvira. Mayo de 1995.
Por la luz conocemos el universo que nos acoge, sus rayos recortan las siluetas dándole forma en nuestros ojos.
Esta es la idea central que recorre la obra de Hangel. Una luminosidad apacible, procedente de un lugar que por no ser claramente intuido es por ello misterioso, y un ambiente silente, gracias a los fondos oscuros donde se recortan las figuras, crean una atmósfera serena, cálida y acogedora.
El realismo de sus cuadros, toma fuerza con la asociación de impresiones que consigue transmitir; utiliza la luz para hacer resaltar el color, que bulle inflamado hasta absorber el dibujo, produciendo la solidez como efecto. Así aparecen sus retratos grávidos, casi asequibles al tacto de quien los contempla.
La conjunción entre luz y volumen dotan a sus obras de profundidad, espacio inabarcable que se supone está ahí, tras la penumbra.
Hángel ( Miguel Ángel López Montero, Motril, 1956) demuestra con los cuadros expuestos en la Galería de Arte Elvira el alto nivel pictórico que posee; debido a la fina sensibilidad y agudeza perceptiva con que está dotado, consigue reflejar en sus retratos los destellos espirituales desprendidos por los personajes que pinta, otorgándoles vida propia.
En su obra no cabe detalle superfluo, pues todos forman parte de una estructura compositiva concisa, confiriéndole sobriedad y elegancia.
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