sábado, 6 de agosto de 2011

PAISAJES DE BABEL ( NUEVA ENTREGA)

LA MUJER COMO BELLEZA
Galería Xauen.
Diciembre. 1998
La Luz define las formas, las moldea y resalta, configurando sus características a la mirada.
En la pintura de Carlos Callizo se convierte en elemento primordial del cuadro, donde el cuerpo femenino expresa la preocupación vital que mueve su obra. La mujer representa la vida, y en su plasmación se refleja el ideal de belleza que mueve su mirada. La luz descubre la belleza, acogiendo con su cálida presencia la vida.
En sus cuadros se recrean espacios de serenidad fantástica, soñados, realizados con una técnica precisa y un estilo de fuerte raíz clásica pero superador de cualquier vanguardia. Este estilo personal, donde figuración y abstracción entablan un diálogo en el cual la primera fija su preponderancia, constituye un artificio para depositar la Luz, siendo el resto de las piezas que allí aparecen mero pretexto para esparcirla en cada una de las obras expuestas.
Carlos Callizo lo hace usando como soporte la metafísica estética que mueve sus creaciones, consiguiendo elaborar un conjunto de factura elegante, atractivo a la mirada, conectando con el subconsciente cultural que porta el espectador. Su obra es bella.

ADEMÁS DE PAISAJES
Palacio de la Madraza.
Enero - febrero 1999
La búsqueda de halos inaprensibles, de sensaciones y emociones puede ser expresada a través de la pintura.
Éstas son buscadas en espacios abiertos, ruinas o edificios antiguos. Ellas están allí, impregnando la realidad. El paisaje no es sólo la apariencia física, sino la conjunción de experiencias depositadas en él, e interpretadas por quienes las sienten.
El seguimiento de su rastro, la plasmación en el cuadro, la descripción de todos los detalles que definen su esencia, son expresados mediante una singular simbología pictórica.
José S. Carralero es un maestro que sabe usar la técnica que posee en la representación de éstas ideas, imposibles de explicar con grafías 9 imágenes definidas.
La pasión del color, el contraste entre piezas con idéntico motivo, el lenguaje cromático y la sublimación de la imagen, son los elementos utilizados por el pintor para conseguir sus fines. En las piezas expuestas se pasa de coloridos fuertes a estados de placidez visual, de la tensión de un paisaje a la imagen difuminada que se disuelve en su alma».
Como muchos, José S. Carralero, busca con estilo e interpretación personal descubrir el trasfondo de lo creado.
Pero aunque persigue lo mismo que otros él lo hace con fuerza y rotundidad, como si de un ariete fuera, y en bastantes ocasiones acompañada de rasgos delicados.
De su pincel surge un genio compositivo poderoso, que se afirma en todo el espacio, se pierde la figuración adentrándose en un universo espeso y radiante, que se ahoga en el color explotando en mil visiones distintas.
José S. Carralero contiene un don especial para reproducir la realidad oculta de las cosas.


MUCHO MÁS QUE FIGURAS
Galería Xauen.
Febrero 1999
Fernando López Pascual posee un estilo a la hora de componer que le dota de una personalidad pictórica singular, apartado de modas y tendencias. Pinta para crear, más bien recrear, un universo ajeno al real, donde sus personajes viven autónomos de su creador.
Rescata de la mirada cotidiana apariencias y situaciones personales plasmándolas en el lienzo, aderezadas con ensoñaciones del pintor y claves cuya descripción generará un diálogo con el observador de sus piezas. La pintura de López Pascual es un auténtico entramado de ideas, conscientes y subconscientes, desarrolladas con una técnica precisa, donde el dibujo define rotundo las formas, conteniendo un conjunto cromático vivo, potente y denso, depositado de forma. armoniosa, produciendo como resultado de tal densidad y contrastes un espacio de dimensiones propias. En sus figuras en particular, aunque aparece en toda la superficie del lienzo, los colores no surgen agresivos a la mirada sino tamizados con un aspecto céreo, fundamentalmente sus personajes, logrando el efecto de carnosidad además de que penetren fácilmente en la atención, y comprensión, de quien los percibe. Estos tienen una gracia especial, que definen la impronta del autor.


FUEGO
Galería Cartel.
Febrero 1999
Un impacto visual produce la contemplación de los cuadros de Pablo Lau, sus coloridos fuertes, tensos y en estados de ebullición, luchan entre sí, generando como resultado un murmullo «sentido» por todo aquel que los contempla. Crea espacios oníricos, producto de la brava irrupción de la imagen en la retina del pintor, cuando éste conecta su torbellino interior con el torrente energético que recorre la Creación.
Plasma en el lienzo los paisajes, formas y figuras, donde estallan los colores irradiando su influencia en los que les rodean, venciendo las formas , siendo éstas fuentes donde brotan con un ritmo característico a cada una de ellas, produciendo un conjunto de armonía unísona, que coincide con las vibraciones que rigen la inspiración del artista.
Pablo Lau crea indiferente a los recuerdos pictóricos que su estilo suscita, siendo su trabajo digno de interés por la calidad y maestría compositiva mostrada en él.


BELLEZA SERENA
Palacio de la Madraza
Febrero - marzo 1999
La mano del pintor hace realidad ideas, sueños e intuiciones. Sus sensaciones son plasmadas en los rectángulos enmarcados.
Sea con materiales tradicionales, o con aquellos que el artista considere conveniente para expresarlos más correctamente, consigue transfigurar en imagen los estados emocionales que anidan en su interior.
Dámaso Ruano es un hacedor de piezas de belleza serena, elegante y delicada, que se esparce entre los materiales que la sustenta. Los inunda y los empapa, transmitiendo radiaciones de armoniosa plenitud, silenciosa y embriagadora.
Sus cuadros nacen para ser contemplados, sentidos y saboreados, haciendo estallar de gozo al espectador cuando al mirarlos se cubre del hálito intimista que en ellos florece, descubriendo la soledad del yo ajeno a las circunstancias que lo rodea.
Dámaso Ruano domina el oficio expresando ideas últimas con claridad, sencillez y maestría.


UNA MIRADA ORIGINAL
Galería Xauen.
Marzo 1999
Los paisajes son el motivo que más se repite en la pintura expuesta en Granada en los últimos tiempos. Es rara y difícil de excluir la galería que no la exhibe. Hay exposiciones buenas, otras no tanto, todas abordan el mismo tema, pero siempre la técnica y la valía artística es la que soluciona y sobrepasa lo común establecido.
Abordar una temática recorrida por otros es complicado, y para destacar se necesita ser bueno, diferenciarse del resto por la originalidad surgida al trabajar en el cuadro la idea tratada. Juan José Barrero es uno de esos pintores; combina la lírica de la obra a crear y una estructuración simétrica, ensoñada, deseo de un mundo ordenado y perfecto, que recuerda raíces clásicas, fondo subconsciente de nuestra cultura.
La lírica en sus cuadros rezuma en todas sus pinceladas, es una poesía visual que canta en la mirada, agradable de ver.
sus cuadros, produce un entorno que resalta la figura primera puesta en cada uno de sus piezas, recordando el trazo esquemático que va más allá de las formas, que indaga la naturaleza final de la comprensión del objeto visto.
Los cuadros de Juan José Barrero son originales, bellos y de una concepción artística elevada. Diferencia su obra y llama la atención.


VOCES OCULTAS
Galería Cartel.
Marzo- abril. 1999
Cuando se pinta los paisajes y casas de Andalucía, la luz se convierte en protagonista principal que soporta la acción del cuadro. Es ella la única razón por la cual ha sido realizado, descubriendo las formas que ante la mirada real existen.
Los motivos desarrollados en los cuadros constituyen un pretexto inicial para jugar con las diferentes tonalidades con que la luz inunda el espacio, vibrando, transmitiendo cálidas sensaciones en lo más íntimo de todo aquel que los observa.
Pero en paisajes y casas también se esconden, si de la realidad son extraídos, multitud de sensaciones que sólo el pintor, por el tacto visual que atesora, percibe y plasma. En éstos están depositados largas jornadas de sol y noches de hielo, sudores y pasiones, fugacidades vitales que dejan marcas en su existencia.
En las acuarelas del malagueño José González Bueno se encuentran todas estas ideas, contenidas en su concepto, composición y finalidad.
Tras la aparente reproducción dominada por el colorido lumínico, aderezada con elementos típicos y románticos del sur peninsular, circula multitud de voces perdidas en el tiempo de personas y genios, pidiendo ser escuchados para así
confirmar su presencia.
La pintura de J. González Bueno agrada y capta la atención de quien las contempla.


PAISAJES
Galería Jesús Puerto.
Marzo - abril 1999
La luz, geometría de las formas, composición de colores y claves personales son los elementos que utiliza el pintor al plasmar un paisaje en el cuadro.
Carlos Jiménez utiliza además efectos técnicos que dota de temporalidad y vida a las piezas que pinta. En ellos existe un nervio que tensa la mirada, otorgándoles un ritmo interno que rompe continuamente el paisaje, produciendo un ensanchamiento tridimensional en el cosmos interior del cuadro.
Enmarca el color en dibujos rígidos, generando formas sólidas que potencian la ruptura de la imagen, aumentando el torbellino vital que late en ella, convirtiéndose en contraste permanente, reflejo de un instante en espera de ser sucedido por otro. Atrapa así el paisaje visto. La obra de Carlos Jiménez fluye leve ante el espectador, suave y apacible, retratando los momentos de sosiego que cubren los espacios de la ciudad. Su pintura conjuga la técnica con la sensibilidad emotiva, construyendo piezas de gran calidad artística.


DETRÁS DE LA CORTINA
Galería Pro-Art.
Febrero-marzo 1999
La pintura de Melchor Peropadre es un conjunto armonioso de rasgos elegantes, donde la precisión del dibujo se difumina en un torbellino de colores que atrapan el dinamismo vital que infunde vida a los personajes
representados.
La obra de M. Peropadre es un ejercicio de calidad y buen gusto, realizada sin ningún tipo de pretensión innovadora, sólo para el solaz y recreo de la mirada, sosiego visual que elude la realidad, creando en el pensamiento quimeras de tiempos soñados. El buen gusto se impone en toda ella, siendo su objeto y fin, en espacios atemporales plasmado con gracia y delicadeza compositiva.
Los fondos de sus cuadros son indefinibles, borrascosos y veladores de mundos ocultos, donde la fantasía es la única guía para descifrar su topografía, y tras ligeras y no opacas cortinas, aparecen sus figuras, que concentradas en sí surgen ante el espectador trasmitiéndole un guiño de complicidad en su existencia.
Con este gesto, en escenarios de pasión contenida, Melchor Peropadre consigue atrapar la atención de quien mira sus cuadros. La obra de este pintor es interesante por la serena calidad e inteligencia compositiva en ellos depositada.


PINTURA CUÁNTICA
Galería Contemporánea.
Abril - mayo 1999
Xaverio vuelve a superarse a sí mismo. Ha penetrado en el difícil camino de la búsqueda de conceptos nuevos para el arte, intentando plasmarlos en piezas plásticas. No rompe su línea anterior, sino que continúa por el mismo sendero hacia la explicación de la esencia que llena el vacío.
La Naturaleza es realidad ficticia, es la representación que los sentidos construyen en nuestro conocimiento, aderezada con las impregnaciones que la conciencia dota toda idea. Pero tras la mera apariencia surge la pérdida de la imagen, quedando un inquietante océano desnudo de forma alguna, sólo emisor de sentimientos y radiaciones. La energía queda ahí, como soporte último de lo creado, ocupando todo el espacio. Xaverio, tras arduas horas de trabajo, ha conseguido expresar estas ideas, con una técnica propia recrea estos espacios vacíos con colores cargados de energías, repletos de sensaciones. En las piezas colgadas logra estampar el caos cinético que todo lo invade, gracias a la maestría que posee artística. Su pintura va más allá de lo cotidiano. En las obras que elabora define lo indescifrable, la relatividad de la
existencia, el orden y caos, el cinetismo que rige la vida. Enmarcándolo en la forma de apariencia más simple, pero de suma construcción destilada.
Con esta exposición, Xaverio se convierte en un Prometeo que intenta arrebatar a los dioses el último secreto de la imagen percibida.


LA MIRADA LÍRICA DEL PINTOR
Palacio de la Madraza.
Octubre- noviembre 1999. Granada
Narváez Patiño es un poeta. Siente el instante vivido y lo transfigura en expresión plástica cargada de sentimientos, para hacer partícipe de la magia del momento atrapado al espectador. Eleva a trascendental la fugacidad cotidiana, donde la mirada del pintor ha sido seducida por los cánticos portadores de promesas que los dioses recitan a su oído. Su sensibilidad es la puerta a esta irreal percepción.
Concibe en lírica transcrita en el lienzo la sensación aparente de la rutina visual, tras la que se esconde guiños de los genios transgresores del horizonte racional. Pero él no permanece dócil en la espera, sino que los busca incesantemente, como si de un cazador se tratara obsesionado por una presa quimérica.
Sus cuadros están impregnados de la historia pictórica del siglo XX, repletos de geometría, medidos y exactos, fruto de impactan al observarlos, envolviendo con las sugerencias que de ellos brotan hasta erradicar del tiempo presente a quien los contempla.
El color es el soporte lingüístico para expresar la lírica mágica del instante, imposible definir con el alfabeto, pues su profundidad sensitiva lo hace inaccesible.
Las obras de Narváez Patiño son un gozo visual que enriquece la fantasía interior.


EL ESPLENDOR PRESENTIDO
Jesús Manuel en Galería Contemporánea de Arte.
Granada. Noviembre 1999
Los caminos interiores son intrincados, confusos y plagados de misterios, las imágenes de la razón carecen de argumentos para describir la senda recorrida. Por eso, hay que utilizar un tipo diferente de simbología para reproducir lo más fielmente posible la vereda hacia el objetivo deseado.
En este peregrinar, el autor va sufriendo una serie de avatares, circunstancias y penalidades en la búsqueda de la dirección correcta; unas veces estará perdido, otras hallará metas ficticias, y muy pocas estallará de gozo cuando vislumbra la luz tenue que indica el Paraíso ansiado. El pintor irá acumulando una experiencia que le dota de conocimiento, navegará por la ruta interior escogida luchando contra toda adversidad, pues la luz del conocimiento sólo es
asequible parcialmente a unos pocos, a modo de héroes mitológicos, estando en peligro, por ser infinitamente inabarcable, de caer con su ingenio derretido como si de un Ícaro se tratara.
Y he explicado todo esto, porque la idea central de la obra plástica de Jesús Manuel así lo requiere.
En sus composiciones descarga la fuerza vital que mueve todos sus actos, siendo su ejercicio pictórico un estado iniciático de búsqueda, medio y fin a la vez. El objetivo es difícil, porque en la oscura noche intenta encontrarse con el rostro del Amado, mas El es inalcanzable, intuyendo sólo las ráfagas que su resplandor provoca.
En la obra de Jesús Manuel la Cruz es un tema reiterativo, representando un sacrificio y también la clave para la liberación de la apariencia fútil de la realidad matérica. Todas las emociones y sentimientos que han ido surgiendo en su interior, y también en la realización de los «trabajos», los va depositando en las piezas que crea, describiéndose ellas por sí solas gracias al ingenioso soporte que las acoge más la grafía utilizada por el artista. Jesús Manuel posee calidad de dicción plástica que explica aquello donde las palabras quedan mudas, por ser ineficaces ante la magnitud de lo descrito. En sus composiciones condensa en pequeños microcosmos los espacios emotivos que su sensibilidad observa. En los cuadros que realiza la elegancia es su nota
característica, más la plenitud de un oficio que domina la materia, haciendo que expresen la idea que espolea su inspiración, entablando con el espectador un diálogo fluido. Muestran la memoria de su peregrinar en busca de la Luz salvadora, la razón última de la existencia.






LA PERFECCIÓN APARENTE
Homero Aguilar en la Galería Cartel
Noviembre 1999
Un mundo perfecto y equilibrado es la imagen depositada en los cuadros de Homero Aguilar. Refleja en ellos la soledad esplendorosa de espacios arquitectónicos serenos, dentro de entornos paradisiacos, henchidos de luz.
La geometría define el decorado, la sustancia primigenia del cuadro, creando el ambiente que inunda los interiores, reinando en ellos la inquietud de la soledad más la presencia invisible que se intuye, pero no es definible por mucho que el espectador rastree en cada parte del cuadro. En su obra el orden perfecto esconde la engañosa apariencia que puede poseer, ya que juega con imágenes especulares, preciosas y limpias, en un mundo armonioso que transciende a la presencia humana. Geometriza la realidad, enmarcando los colores en acotaciones rígidas que irradian con fuerza hacia el entorno, llenándolo de un halo cristalino, y espeso, que sugiere en cada momento la incógnita que da razón a la obra expuesta.
H. Aguilar pinta interiores extraídos de ensoñaciones que buscan la belleza, escondiendo tras ella el engaño de la apariencia, donde la perfección y el sosiego placentero, en un universo de paisajes maravillosos, son mero artificio
construido sólo por la voluntad del autor, que encierran inquietud y recuerda su inaccesibilidad. Son conocidos, recreados o producto de experiencias oníricas, pero imposibles de ser hollados por el hombre. Homero Aguilar es depositario del genio pictórico capaz de plasmarlo en el rectángulo enmarcado, de forma perfecta, sin añadidos innecesarios. Es un pintor clásico que explora más allá de las tendencias actuales para decir algo novedoso en la pintura. Su trayectoria profesional avala la maestría que atesora.


LA ESENCIA DE LO REAL
Álvaro Delgado en el Palacio de la Madraza.
Noviembre 1999
Mucho se ha escrito sobre A. Delgado y yo no voy a superarlo. Este pintor presenta una obra producto del tiempo trabajado, inmerso en la búsqueda consciente de la esencia de lo que nos envuelve, sean personas u objetos. Y los traduce, si son materiales inertes, en imágenes amables, fáciles de contemplar y atractivas a la mirada, mostrando solamente su «alma, principio matérico declamado en una coral cromática de factura elegante.
La temática del cuadro se disuelve en las sinuosidades coloreadas mostrando la belleza aterciopelada de la dicción pictórica de Álvaro Delgado. Su expresión plástica perfora la realidad mostrando la faz amable de la existencia, el rostro del resplandor divino tan ansiado por los mortales, tema reiterativo en muchos pintores. Esto lo consigue con una estructura barroca, cargada, no con elementos innecesarios sino con aquellos recursos cromáticos que definen el espíritu del objeto observado.
Sublima la imagen en una danza presa de la ebriedad del color, esparciendo la sincronía del latido interno de la materia, Su visión del mundo circundante es también rotunda, afirmando su estilo en cada pieza pintada. En sus retratos exalta la impresión que la presencia personal genera en la retina, aderezada de la sustancia histórica individual y sicológica emanada. Pinta el aura que arropa al ser más aquellos caracteres que se suponen, y son teatralizados cada vez que actúan, poseen. El color, siempre el color, es el instrumento utilizado en la construcción de las plasmaciones anímicas que deposita en el cuadro. Extrae parte del retratado para inmortalizarlo. El artificio cromático que abriga a los protagonistas de sus lienzos generan intuiciones en el espectador, produciendo
como resultado el entorno emocional que generan sus actuaciones vitales. La contemplación del retrato va desarrollando el conocimiento del personaje.
A. Delgado transfigura la imagen en esencias, emociones y cualidades, atravesando las formas lineales y geométricas hasta desvelar el pálpito interior que lo confiere presencia real en la dimensión humana. Disuelve las formas hasta llegar a reflejar el concepto básico que las define. Este pintor ha alcanzado la capacidad principal que define la maestría en su oficio, atrapa la imagen para hacerla trascendente.


GESTOS DE PASIÓN
Zaafra. Sale de Arte Pelayo.
Granada. Octubre-diciembre 1999
David González López «Zaafra» pinta el arte de esta tierra. Sea toreo, cante o baile, el gesto cargado de fuerza emotiva que traduce en sensación plástica el ritmo de la escena. Las personas se convierten así en meros instrumentos portadores de las vibraciones del entorno, siendo raptados por la mirada del pintor para reproducir los sentimientos que generaron en él la imagen vivida. Sus personajes aparecen sustraídos en medio de una nebulosa indefinida, densa, pastosa, quizás el humo del ambiente, o puede que sea la música envolvente o también el halo del recuerdo.
Zaafra interpreta muy bien el sentir del artista, lo destila y expone en su obra recreando con una amplia gama cromática el duende del ambiente. Unas veces acogedor, otras sin nombre, en muchas cargado de sonidos.
Dentro de la exposición que este artista presenta en Granada, aparecen también obras de factura inspirativa distinta, donde el sentir milenarista de la sociedad es reflejado en un amplio lienzo con los más variados horrores, bajo el yugo de jinetes apocalípticos. Es fiel al detalle, no de la forma, sino del sentimiento. Este cuadro es un océano borrascoso donde cualquier idea de serena placidez acaba naufragando, siendo propio del mar tenebroso de los antiguos. Su pintura es ágil, rotunda, densa y variada de colores, posee garra y conecta fácilmente con el espectador.


MIQUEL BARCELÓ EN GRANADA
M. Barceló. Obra sobre papel. 1979-1999.
Centro Cultural La General. Granada. Diciembre 1999 - enero 2000.
La pintura es un arte tan hoyado que pocos temas, mejor decir ninguno, pueden ser ya objeto de su atención.
La vida, el tiempo que pasa y todo fenece, la guadaña vengativa que aguarda al ser humano, son ideas continuamente recurridas.
Pero sin embargo la expresión de tales conceptos, sentimientos o impulsos puede ser diferente, original e incluso revolucionaria. No surge de la nada, sino del estudio, horas de trabajo y el genio del pintor, que saliéndose de los moldes
estilísticos imperantes establece nuevas formas de mirar toda esta temática.
El tiempo es la opresión que atenta continuamente sobre la esencia vital del ser humano, pero ¿cómo interpretarlo? ¿de qué forma se puede reflejar en una obra de arte? Miquel Barceló aporta una perspectiva personal dentro de la plástica. El tiempo es cambio, es paso fugaz que deja rastro. Y en sus cuadros el tiempo pasa, unas veces se «ve», otras por el recuerdo de los materiales depositados en ella, que entretejen una estructura visual cuya composición induce la sensación de su agobio.
Sublima la persona a simple mancha perenne, presa de la materia, movimiento en plena actividad vital, momentos intranscendentes plasmados sobre el papel.
En el Centro Cultural «La General», de Granada, Miquel Barceló expone treinta y dos obras, donde recorre su experiencia estilística, y vital, en los últimos veinte años. Sus señas son singulares, sabe decir al espectador las sensaciones que le oprimen, que intuye ocurren a su alrededor, con un trazo fijo y rotundo, cargado de sensibilidad, además de una concepción compositiva que produce la angustia ante la existencia misma.

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