domingo, 21 de agosto de 2011

REGRESO A TIERRA BALDÍA: TIEMPO DE HÉROES. III

LA OBRA DE RAFAEL GARCÍA BONILLO EN LA GALERÍA VAN GOGH
Octubre- noviembre

Costas plácidas, calles heridas por el tiempo, paisajes de amplia mirada, son los temas que trabaja Rafael García Bonillo.
En sus acuarelas nos muestra un mundo visto desde la nostalgia del pintor, donde en cada trazo el color aprisiona la textura matérica de las formas sólidas, que recitan continuamente el recuerdo que ha dejado en ellos la mano de su creador. Tonos ocres y cálidos tamizan la superficie de cada una de las composiciones, donde se recrean casas y calles dominadas por la luz del olvido, polvorientas y usadas, abandonadas a su suerte, esperando ser rescatadas por la mirada del artista, que las atrapa y depositará con fuerza, para conseguir introducir en el ambiente el entendimiento de quien las mira.
Mares profundos y melancólicos, costas infinitamente batidas por el afán insaciable del océano, anodinas y sencillas; barcas esperando a su dueño para repasar el lomo marino una vez más, son otros elementos que aparecen en sus acuarelas, consiguiendo transmitir una serena melancolía en un ambiente donde se percibe el húmedo abrazo salitroso, que hace temblar ante la triste soledad cuando el ser humano se enfrenta, embebe y se deja absorber por la inmensidad azul. Azules claros,tristes, juguetones y alegres, pesados y vaporosos, se conjugan para componer el entramado que la superficie cristalina forma cuando rompe la luz. Su visión hace que la mirada se refleje y vuelva hacia sí, consiguiendo extraer los espíritus de la inanidad de la cotidiana
realidad.
Los años de oficio, el dominio técnico de la acuarela, pueden conseguir tales artificios. La pintura de Rafael García Bonillo es depurada, rebosante de calidad plástica y eficaz, pues logra explicar el motivo central de la obra que empuja su mano, siendo reconocida por muy comercial que parezca. ¿Pero no es esto lo que muchos pintores añoran?


IMÁGENES DEL PARAÍSO
Gaspar Garijo Sales en la Galería Xauen. Noviembre

Excelente exposición en la Galería Xauen. Gaspar Garijo ofrece una obra soberbia y original, que por su calidad y buen gusto merece ser tenida en cuenta y comentada.
Gaspar Garijo rescata del olvido técnicas tradicionales, inspirándose en las raíces de nuestro acerbo cultural, volviendo sus ojos a su cuna mediterránea.
Desde la cultura bizantina rescata y reproduce motivos de nuestro legado medieval, actualizándolos y ofreciendo composiciones propias. Obras en las que triunfa como material protagonista el pan de oro, que dota de calidez, triunfo y esplendor la tabla pintada. La madera ha transformado su anodina existencia, y pobre, en espacio donde son plasmados sus personajes; Cristos, santos y plebeyos, todos caben. Su pincelada es minuciosa, trabajando cada tabla con paciencia infinita, consiguiendo miniaturas de precisos detalles, también la gracia del momento. Ahí radica su mérito. Este pintor demuestra su genio estilístico reelaborando formas y modos antiguos de la pintura, convirtiendo sus piezas en obras contemporáneas, y más aún gustan y cumplen una doble función. Hacen reflexionar y muestran una calidad estética elevada. Del conjunto de obras expuestas quiero destacar dos, la tabla titulada El profeta Elías y la de nombre El Sol. La primera posee un color vivo, brillante, alegre, enamorando la mirada, atrapando una porción de refulgente luz diurna para dejarla atrapada en la tabla. Y sobre todo, consiguiendo crear un tremendo contraste con la tristeza y abatimiento del profeta, que desprende una áurea invisible, pero intuida, por la gracia poseída.
La segunda pieza destacada, El Sol, es una composición construida con poderoso ingenio y maestría pictórica, donde el autor logra depositar en la madera el foco irradiante de cálida luz, consiguiendo el artificio con una sensibilidad y conocimiento del oficio desbordante. La luz transciende el dibujo y la figura inicialmente protagonista, convirtiéndose en el motivo central de la tabla pintada. G. Garijo nos muestra un trabajo singular, estimulante a la mirada y portador de aires diferentes al contexto plástico granadino.


ALFONSO HERNÁNDEZ NODA. PAISAJES Y RETRATOS
Centro Cultural Caja de Granada. Sala B. Noviembre

Más pintura clásica. Desde hace unos años, tras una tremenda explosión de arte abstracto, se van repitiendo en Granada las exposiciones continuadoras de una línea tradicional del arte pictórico.
Hay de todo, originales, buenas, aceptables y otras... mejor olvidarlas. Sólo pasando la mirada a otra parte es la única crítica que puede hacerse sobre estos últimos.
Alfonso Hernández Noda es una excepción, salva su obra y la sitúa en un lugar digno de la creación plástica.
Este veterano pintor retrata con fidelidad absoluta sus personajes y paisajes. También nos muestra su habilidad pictórica en bodegones o composiciones varias. Posee un gran oficio que se percibe cada pincelada plasmada en sus lienzos, moldeando el color hasta desvelar las formas que quiere dejar impresas en sus cuadros.
Es detallista, conoce una amplia gama de artificios, conseguidos por los años que su experiencia acumula, permitiéndole pintar la realidad cinética del momento, cuando se trata del torbellino de las olas batientes, el tacto del aire que recorre los campos, o la luz depositada en el paisaje.
En sus retratos capta, gracias a un dibujo preciso y hábil, la personalidad de cada uno de ellos, describiendo cómo son, cual es su vida y desasosiegos, o felicidad. Es un notario de la realidad de sus personajes.
Alcanza en todas sus composiciones el equilibrio entre el dibujo que define y el color con cuya fuerza dota de alma.
Alfonso Hernández Noda es un maestro clásico, que muestra una obra de gran calidad artística, con toques originales y agradables a quien la contempla. Merece ser tenido en cuenta.


ALFONSO PARRAS O EL ESPLENDOR
Galería Xauen. Noviembre
Técnica perfecta y depurada es la conseguida por este gran pintor, que expone una obra soberbia en la cima de la maestría pictórica, producto del genio que inspira todas sus composiciones.
Alfonso Parras plasma un universo mágico, extraído de la realidad cotidiana, gracias a su mirada taumatúrgica que atrapa la gracia del paisaje vivido y deposita en cada uno de sus óleos. Expresa con armonía y precisión, apacibles imágenes de calles, casas o paisajes naturales, donde el ambiente henchido de luminosidad explota y expande en cada uno de los rincones dibujados en el cuadro, produciéndose una danza cromática donde la luz siempre emerge triunfante, definiendo contornos, llenando de volumen casas y rocas, ríos y vegetación, reverberando en cada una de las rugosidades y oquedades que configuran el entramado de la composición. Sus piezas son expresiones poéticas declamadas con los pinceles, percibidas por los observadores que sienten el esplendor de la belleza cantada, introduciéndose en la trama de su obra, vibrando acompasados por el ritmo de la música que recorre el espacio natural, quedando en un sereno estado de placidez, tras ser tocados por el halo del Creador.
Alfonso Parras es un testigo fiel, componiendo obras de gran maestría y calidad, debido al ingenio artístico que atesora. Es un maestro de nuestra pintura.


EL CAZADOR DEL OCASO
Allan Dorian Clark en la Galería Ceferino Navarro.
Noviembre
Muchos pintores británicos han sido seducidos por el encanto de Granada y sus gentes. Viajeros ávidos de sensaciones y paisajes exóticos descubrieron a esa vieja señora, atractiva y embriagadora, llamada Granada.
Intentando plasmar sus rasgos, descubrir qué encierran sus vestimentas, vivir un extasiante momento pasional con ella, pintan y dibujan sin cesar, añorando descifrar el enigma que su apariencia oculta, soñando con perderse en sus misteriosas entrañas, océano de plenitud.
Allan Dorian Clark, es otro osado aventurero plástico, que desde una óptica singular, emprende el heroico camino hacia el descubrimiento de su faz oculta,
auténtico elixir mágico a la mirada. La senda es intrincada, densa en signos engañosos, sólo apta a verdaderos exploradores de la pintura.
La osadía no basta, es necesario que vaya acompañada de un auténtico dominio del equilibrio compositivo, de una habilidad cromática que permita
combinar los colores hasta convertirlos en fuentes generadoras propias, simulando la reverberación de la imagen en la retina del viajero, que descubre por vez primera el paisaje pintado.
Los elementos del dibujo del cuadro son pretexto para atrapar lo que verdaderamente interesa al pintor: los cielos de Granada.
Atardeceres melancólicos, explosivos de áureos horizontes, decadentes y cárdenos, cataclismos finales, preludio de la gélida madrugada invernal.
Pinta los distintos instantes, azules densos, dorados, plateados, fríos, plomizos...
El estilo de este pintor es elegante, conoce su oficio y moldea la técnica hacia donde quiere ir, no le importa modos ni formas actuales, solamente acceder hacia la plenitud en la conquista del color de los cielos de Granada.
El color invade la pieza enmarcada y configura espacios creados para soñar, recreando la Granada imaginada, romántica, que sólo vive en el corazón de aquel que ha conocido esta ciudad.

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