DÍAS Y DÍAS
Javier Ruiz. Galería Cartel. Granada. Desde el 10 de hasta el 28 de marzo
El oficio de la pintura está dirigido por la monotonía. El trabajo regular ante el lienzo transcurre aparentemente tranquilo, hora tras hora, un día sí y otro también, escondiendo ansiedades, derrotas y alegrías cuando se ve la idea concebida vencedora al ser plasmada en el cuadro. El trabajo es el hilo que une cada imagen del momento vivido, depositando la obra conseguida como prueba de su paso. El pintor, en la sosegada estancia, labora paciente, ocultando en su interior un torbellino pasional de fuerzasuprema, que rompe a veces el transcurrir silencioso y cotidiano. Vive inmerso en un diálogo íntimo con la idea que necesita escapar del concepto intelectual para tomar forma y asiento en el mundo real. Necesita ser imagen para sentirse liberada de la fugacidad, e intangibilidad del pensamiento Javier Ruiz vive así su obra. Los cuadros son expresiones de los sentimientos que anida en el intelecto. Crea, trabaja, imagina, aguarda y concibe, uno a uno los cuadros pintados, logrando cuando ve la imagen liberada el gozo del creador. Está satisfecho. Pero no es tan fácil. En la ardua lucha por conseguirlo va dejando jirones de sí, parte de su fuerza, de amistades y afectos abandonados, para celebrar la victoria soñada ante el blanco desafiante carente de líneas y colores. Este artista plasma el tiempo, la vida que pasa, la inquietud por lo desconocido, aderezados con la impronta de los avatares que las circunstancias depositan en su vida.
Su pintura es cálida, algunas veces bochornosa, espesa, aterciopelada, cargada de un cromatismo de suave viscosidad, que producen obras impregnadas de melancolía, algo tristes, donde la emoción del instante busca abrir una brecha de escape al ritmo marcado, que atisba la salida de la trayectoria guiada por vías férreas y carreteras, reiteradamente representadas en su obra. Explora el entorno tras las huellas de la trascendencia.
Javier Ruiz posee un dibujo que soporta el entramado cromático que da vida a las piezas creadas.
NATURALEZAS NO TAN MUERTAS
Rolando Campos en El Palacio de la Madraza. Granada.
Marzo 2000
Rolando Campos es un clásico, su pintura reelabora continuamente los principios estéticos del cubismo. Emergen en sus obras calidades de singularidad propia que adquieren naturaleza original, a pesar de vivir ajeno a movimientos de vanguardia. Rolando Campos persiste en la senda de inspiración cubista, demostrando que cuando el genio artístico posee al pintor ningún estilo está caduco. Sus piezas son de elaboración varia, esculturas y sobre todo óleos, acrílicos y carboncillos; centradas todas en la misma idea, la reconstrucción del espacio que acoge las formas. En las composiciones que crea., las figuras se desestructuran y reconstruyen en un vaivén sin fin, creando un cinetismo interior en el cuadro generador de volúmenes. Éstos reclaman su porción de universo para existir, mostrándose macizos y sólidos, la gravidez es la nota común que desprenden al mirarlos. No hay nada más consustancial con el espíritu mediterráneo que el cubismo, fuerza estática que desprende energía, ajena al tiempo y poseedora a la vez. Es la vida representada en las
figuras pintadas. En los cuadros de Rolando Campos la cualidad de la energía vital está impresa, poseyendo un tiempo oculto e indefinido, dotando de apariencia real las composiciones del autor. El espacio es definido por los objetos distribuidos en él, su estructuración en la obra, más las radiaciones que emanan en su entorno, construyen un clima delimitado en los contornos del cuadro, surgiendo como resultado la eternidad del ambiente reflejado en ellos. La destreza, experiencia e inteligencia, del pintor coinciden en la elaboración de su producción plástica.
LA MUERTE COMO LEMA
J.C. Rosado en Galería Contemporánea. Granada.
Hasta el 4 de abril
Juan Carlos Rosado posee una pintura original, desenvuelta, alegre, rebosante de fresca inspiración y de elaboración minuciosa. Su obra nace del concepto, desarrollada según el ánimo que va transcurriendo en el pintor, obteniendo composiciones desenfadadas, cargadas de ironía y expresadas con un sentimiento aséptico de toda emoción, puesta ante los ojos del espectador para que sea él quien interprete, descifre y saque sus propias conclusiones. Utiliza materiales diversos, pero aunados con la idea central de la obra, vida y muerte, religión como práctica popular o vehículo trascendente, el automóvil a modo de instrumento que absorbe su cuota mortal... así es la variada inspiración del artista, desplegada en un universo de colores alegres, fuertes y traviesos, que impactan en la mirada logrando su objetivo : llamar la atención convirtiendo la gravedad del tema tratado en tragicomedia lúdica. No es, sin embrago, ésta la apariencia última. En las piezas expuestas existe un trasfondo existencial agridulce, inquieto, donde la búsqueda de la razón principal de la vida permanece en constante interrogación. Pero no lo hace J.C. Rosado de modo angustiado, sino como cuestión personal. Él invoca la respuesta en el trabajo de su obra, expresándola con materiales, ideas y colores que se traducen en un lenguaje conciso y penetrante, dejando tras sí el regusto amargo. Enseña lo que muchos meditan de forma dramática con alegría jocosa.
J.C. Rosado tiene una producción plástica acabada, llena de horas reflexivas, donde se van depositando en su composición todas aquellas pulsiones que anidan en el alma. Piensa y construye, esa es la labor de este artista, alcanzando los resultados en forma de piezas interesantes, magníficas e inquietantes. Allí radica el mérito de este buen pintor.
LA IMAGEN DEL ALQUIMISTA
Julio Visconti en la Galería Pro-Art de Granada.
Del 4 al 14 de mayo
Este pintor es un maestro de la acuarela, no por dominar la técnica ni tampoco por los temas que representa, sino porque conjuga la mirada con los colores del cuadro, llenando las figuras y paisajes que en él representa de dinamismo vital que chispea en sus obras. Posee la fórmula que le permite expresar la magia del instante en estados transcendentales explosivos de sentimientos, por eso las piezas que pinta seducen la mirada, entrando en ésta como ráfagas aterciopeladas que se esparcen en el conocimiento hasta unir al espectador con el escenario pintado. En sus cuadros va más allá de la fría técnica reproductora de mil y una obras, es un alquimista de la imagen, la atrapa y
enmarca, depositando en ellos seres de apariencia informe pero con alma propia, que encierran una historia por desarrollar. Ensimismados van y vienen, sumidos en sus preocupaciones ajenos al entorno, pues lo cotidiano narcotiza la mirada. Viven en cada una de las acuarelas que acaba, inmersos en escenarios cargados de magnetismo.
La luz y los cielos también constituyen una huella personal de Julio Visconti en sus obras. Los cielos son reales, capta las tonalidades y el pálpito que su contemplación provoca. Esto potencia aún más la comprensión del instante pintado. La luz es conocimiento, ella desvela todo bajo su influjo, la pinta vestida del ambiente que descubre. Por todo lo expuesto, Julio Visconti escapa del mero concepto pictórico de maestría para ocupar el mundo de los
iniciados, que transcribe en su obra artística la naturaleza veraz de las cosas.
LUZ DE LUNA
Galería Xauen Abril 2000
En los cuadros de Emilio Pérez Romero existe una luminosidad característica que dota de singularidad a todos ellos. Es una luz especial, onírica, irreal, más próxima a la luz de la Luna que a cualquier otro tipo. Es mágica. Gracias a este soporte visual, logrado por la maestría técnica aunada a una gran sensibilidad artística del pintor, obtiene obras que desde la primera mirada atrapa la atención; consiguiendo despertar primero el interés, para más adelante ir penetrando en el interior de la consciencia y conectar con el mundo irreal y fantástico que existe en toda persona. Sus cuadros son como superficies de un estanque en calma, que refleja una realidad preciosa y atrayente, pero que al querer poseerla se rompe para mostrar, más que a la mirada
el tacto, lo auténticamente cierto. Y esto lo percibe la razón de quien contempla su obra. En sólidas construcciones ajadas por el tiempo, melancólicos árboles y arbustos, y un cielo siempre nuboso, constituye un entramado estético que crea la fuerza que capta la voluntad en las piezas que pinta.
Emilio Pérez Romero utiliza con acierto la escenografía, la luz y una composición equilibrada, logrado describir ese torbellino ilusorio que enajena del entorno a todo aquel que comprende el espíritu depositado en sus cuadros,
consiguiendo obras personales, originales y de elevada calidad estética.
PASIÓN GOZOSA
Norberto Goldburg en la Galería Cartel. Granada.
Del 7 de abril al 2 de mayo
Norberto Goldburg continua en su magnífica empresa plástica, insiste en el estudio de la corporeidad libre de ataduras espirituales, centrándose en la expresión, que recoge hasta sublimarla a estados que suscitan sentimientos. La línea en la representación del gesto entre placer y dolor es delicadamente tenue, costosa delimitar, es por ello que juega con la ambivalencia de gozo y pasión hasta lograr aunarlas en un punto de vibrante emoción. El retorcimiento de la figura alcanza cotas de explosivo grito pasional, que hace temblar la mirada comunicando destellos transcendentes. Cuerpos, solo cuerpos, es el material representado, deformes, amasados, incompletos, carnales. Es una declamación carnal que se convierte en sinfonía grandilocuente gracias al ritmo vital trasferido por el pincel. Este tema pictórico es retomado continuamente por
Norberto G., ganando fuerza y mensaje a través del trabajo acumulado en el tiempo. El artista va madurando, y en este último tramo de su actividad plástica ha conseguido representar el estallido triunfal de cuerpos que expresan su voluntad de ser, de pervivir a su contingencia, libres en su representación informe de mostrarse rotundos, en trance de ser devorados en sí. Extinción plena del dolor, que tras su triunfo se convierte en pasión gozosa.
En la exposición aquí descrita, Norberto G., aplica una gama de coloridos que potencian sus obras. Unas veces cálidos, acogedores, ardientes. También pueden ser fríos, duros y rompedores, como la agonía final. El triunfo de la materia es descrito en cada una de sus obras, estando aderezado el excelente dominio del dibujo que posee el pintor con un vocabulario cromático que configura una dicción original, que tiende a olvidar los planteamientos iniciales hasta transformarse en lírica visual.
Norberto Goldburg ha conseguido superar su anterior obra. Ahí está el mérito de este creador plástico.
METAMORFOSIS
Dolores Montijano en el Palacio de la Madraza.
Granada abril - mayo de 2000
Es difícil comentar la obra de Dolores Montijano. No porque los grabados expuestos sean opacos al entendimiento sino por ser esta autora una figura consagrada en la estela artística actual. En medio de procesiones y cirios está presente la muestra pictórica que aquí se comenta. Los grabados de esta pintora son de elaboración técnica acabada, trabajados tras interminables avatares de cómo abordar la idea concebida. Todos los materiales que aplica en las piezas creadas sufren un proceso de selección, preparación y transformación para terminar representando el mundo estético propuesto. No lo hace por simple impulso sino en pos de encontrar nuevas metas y alternativas en la expresión plástica. Los grabados expuestos portan una frescura compositiva de tremenda- fuerza sensorial, que son digeridos fácilmente por el espectador. Son atractivos y encierran en sí una amalgama multiforme reflejo de un cosmos mutante, dinámico y cuya apariencia engañosa vela realidades varias, que se superponen hasta plasmar un turbulento espacio que simula
incontinencia de forma alguna, sólo manchas agradables que se distribuyen alegremente en el rectángulo enmarcado. La apariencia es engañosa pues la combinación de las imágenes cambiantes generan un caos compositivo que se traduce en vibración vital que rige la Naturaleza. La composición estructural del grabado, la gama de colores usada, recrean espacios impresos con fuerza, descargada por la autora, donde en la búsqueda que conduce su obra recitan
escenas fugaces de transmutación, dejando la impronta de su paso en las piezas colgadas. Nervio, garra y rotundidad se alían con rasgos de serenidad
depositado D. Monfijano, produciendo una obra brillante, sólida y de técnica maestra. Así es la producción plástica de esta artista.
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