jueves, 18 de agosto de 2011

REGRESO A TIERRA BALDÍA

EDITA TÁGILIS EDICIONES
Créditos:
Depósito legal Al - 386 - 2004
I.S.B.N. 84 - 95337 - 95- 9
© Francisco Bautista Toledo
Tágilis Ediciones
Colabora: Consuelo Fernández Iglesias
Maquetación y diseño: José Javier R. Checa

En este libro he recogido los artículos publicados en Granada
Costa, que son los más, algunos en Ideal de Granada y en La
Voz de Almería. En ellos he ido describiendo la realidad
plástica en Granada desde el otoño de 2003 hasta el verano
de 2004.


Siempre cara me fue esta yerma loma
y esta maleza, la que tanta parte
del último horizonte ver impide.
Sentado aquí, contemplo interminables
espacios detrás de ella, y sobrehumanos
silencios, y una calma profundísima
mi pensamiento finge; poco falta
para que el corazón se espante. Escucho
el viento susurrar entre estas ramas,
y comparando voy a aquel silencio
infinito, esta voz; y pienso entonces
en lo eterno, en las muertas estaciones
y en la presente, rumorosa. En esta
inmensidad se anega el pensamiento,
y el naufragar en este mar me es dulce.

Giacomo Leopardi. El Infinito. De Cantos


Tiresias sigue mudo, la esterilidad reina en todas
partes, sólo débiles y azarosos destellos irrumpen en la
grisácea atmósfera anunciando signos de esperanza.
¿Donde está el ímpetu creador? ¿Dónde la copa de la
abundancia? El manzano está seco. Parsifal ausente. Y
el rey Pescador mustio e impasible escruta las aguas en
busca de la obra del Creador. No hay vida, todo se
repite, el verbo original se disipó.
La llanura yerma extiende su faz perdiéndose en el
horizonte infinito. Esperamos a los bárbaros, pero estos
no saben de nuestra existencia ¿o acaso nuestra triste
visión hace que quieran ser ignorantes?
Bosques secos, sin frutos, ni cantos de pájaros. Ríos
ausentes de vida, el destello de la belleza hace tiempo
que nos abandonó. Longevos campos, tocados por la
maldición de la eternidad que se repite, no hay
regeneración, a pesar de gestos alegres que abundan,
fuegos centelleantes y vacuas proclamas de nuevas
estéticas. Mientras, Odín se queda ciego, Mimir y su
lanza le han sido arrebatadas. Todo es desorden en el
Elíseo. Los dioses nos ignoran.
Oasis que surgen heroicos en el pedregal
atormentado por violentos vendavales, siempre
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cubiertos de estériles nubes, se convierten en preludios
de la Tierra Prometida. Se ora y trabaja por el
advenimiento de la revelación dormida.
El peregrino vuelve a Tierra Baldía, antes
esplendorosa, rebosante de gracia creadora,
embriagada de belleza, de bosques henchidos de vida,
pero en este tiempo lóbrega y triste, afanándose en
recoger aquellos testimonios que le indiquen dónde se
encuentra el tesoro perdido.
Unas veces encontrará a héroes guardianes de los
restos del naufragio estético, decadentes y todavía
atractivos por la belleza que guardan. En bastantes
ocasiones conocerá a poetas, iluminados creadores de
mágica intuición, que perciben la proximidad del
cambio, si de sibilas fueran. En algún momento de su
búsqueda hallará a los adelantados, taumaturgos
encargados de proclamar la vuelta del dormido ausente.
Tiempos nuevos vendrán para provocar la mutación del
panorama presente.
Los genios de la tierra trabajan ocultos, han
abandonado a Tiresias por no saber administrar el don
creador constructor de composiciones bellas. Los
titanes asaltaron su reino, arrebatando su tesoro, pero
éste sólo ejerce su fuerza ante espíritus prístinos en el
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arte. ¿A qué esperan los bárbaros para restaurar la
belleza de Babilonia? Pues ellos son el revulsivo
intelectual puro necesario para incitar creaciones de
nueva originalidad, apartadas de estúpidos vicios
narcisistas.
Tiresias sigue mudo, y la Tierra baldía, el peregrino
ha vuelto a ella en la búsqueda de signos anunciadores
de un nuevo ciclo. Tras el fragor de la batalla se adentra
en el vestíbulo de la noche, de días otoñales cada vez
más tacaños en luz, que se despojan ante el ocaso final.
Hay que invocar la luz, su retorno y triunfo, el despertar
del gran genio dormido que restaure la auténtica
belleza. El Rey Pescador espera impasible en su trono la
venida de los bárbaros, quiere perecer para que el ciclo
inicie tiempos de nuevas glorias, y el oro sea su
distintivo.
Tú lector, ¿quieres acompañar al peregrino en su
retorno a Tierra Baldía? A través de sus descripciones
se podrá vislumbrar lo que ocurre en su interior.

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